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Van Avermaet, campeón del cálculo y el coraje

El belga se lleva la medalla de oro tras una carrera decidida en el descenso final, donde se cayeron los fugados Nibali y Henao, dos de los favoritos

Carlos Arribas
Greg Van Avermaet (BEL) gana el oro en ciclismo en ruta.
Greg Van Avermaet (BEL) gana el oro en ciclismo en ruta.ERIC GAILLARD (REUTERS)

Escriben por ahí que la única duda sobre Simone Biles, la revolución de la gimnasia, no es el color de la medalla que ganará, de oro, claro, sino la cantidad de puntos en que distanciará a la segunda. Tal debería ser el estado mental de los aficionados italianos que contemplaban obnubilados cómo Nibali descendía las curvas más peligrosas de Río, desde el montículo con la Vista Chinesa, a más de 500 metros de altitud, hasta la Ipanema acogedora. A la carrera olímpica le quedaban unos minutos veloces, poco más de 10 kilómetros de descenso y llano. Nibali, el tiburón, el ciclista que sabe cómo nadie qué hacer para convertir un descenso en terreno de ataque, ganaría seguro. Nadie lo dudaba. Con él bajaban un colombiano, el Sergio Henao precioso de Froome, y un polaco, el escalador Majka que tanto hace penar a Contador. Dos espléndidos escuderos para el podio. Con él, en una curva saltarina, se cayó solo Henao, con sus sueños olímpicos rotos junto a los del siciliano que llevaba todo el tiempo desde su victoria en un descenso del Giro, y la caída de Kruijswijk de rosa, pensando en Río. Nibali no ganó. Lo hizo Greg van Avermaet, un belga con corazón y culo de clasicómano que no desprecia la llamada de la aventura, como el pasado Tour en los Pirineos, que atacó en fuga vestido de amarillo hasta sucumbir.

Como en las clásicas buenas, en 20 kilómetros de carrera olímpica ocurrieron cosas de más interés que en todo el Tour

El ciclismo tiene memoria y Van Avermaet tiene coraje y cabeza de calculadora. El ciclismo es la vida, dicen sus pensadores, y su metáfora es la válvula de la rueda de la bici que sube y baja siempre que se mueva el vehículo por un camino en el que los amigos del pelotón y del equipo van y vienen, y regresan y no vuelven. El circuito durísimo de Río era una etapa de montaña del Tour con su calor y su sol junto a una playa. Una carrera de escaladores, condición que compartían todos los corredores, una decena, que pensaban que tenían algo que decir en la tercera y última ascensión a la unión de dos subidas, Canoas y Vista Chinesa, que conformaban un solo puerto. Entre ellos estaba Purito, que se sentía con piernas de podio hasta que, llegado el momento clave, un ataque en la playa de Fuglsang que se llevó a Van Avermaet de su grupo, comprobó que las sensaciones de vez en cuanto engañan. Entre ellos no estaba Valverde, a quien las sensaciones no engañaron y que prefirió, atacado de generosidad, dar sus últimas fuerzas para que Purito, un momento desplazado en un descenso en el que le molestó una caída, pudiera llegar a la fuga grande, la de los italianos, la de Nibali bajando.

Purito Rodríguez, tras cruzar la meta de Río en quinto puesto.
Purito Rodríguez, tras cruzar la meta de Río en quinto puesto.Alexander Hassenstein (Getty)

Los Juegos son el mejor lugar ciclístico para poner a prueba las amistades, comprobar si son zalameras o verdaderas. Por Nibali y su afán olímpico trabajaron sus compatriotas Caruso y Aru, que hasta le dedicaron un do de pecho sostenidísimo en la última subida, la que machacó a casi todos. Y también le ayudaron al siciliano ambicioso, el único que habría sido capaz de sumar en un solo palmarés el título de campeón olímpico con los maillots amarillo, rosa y rojo de Tour, Giro y Vuelta, sus compañeros de Astana Zeits, kazajo, Kangert, de Estonia, y Fuglsang, danés, un portento. Todos contribuyeron diezmando al cortejo que se les enganchó, al inglés Yates, al esforzado Purito, a Froome alejado, y de todos, un último elemento, el colombiano Henao, quiso beneficiarse de todo con inteligencia y fuerza. Su ataque duro solo lo resistieron Majka y Nibali, dos hombres Tour, tres hombres de montaña del Tour en fuga hacia el mar. No llegaron a ver las olas, ni las curvas sobre la arena, ni la bahía y el Pan de Azúcar. Vieron las estrellas cayendo, dos, y Majka, el viento de cara que en la costa le frenó.

Como en las clásicas buenas, en 20 kilómetros de carrera olímpica ocurrieron cosas de más interés que en todo el Tour de Froome y su tren Sky. Como en las clásicas de toda la vida, un belga que conoce los vientos, y no se deja engañar por ellos aunque le soplen en el hemisferio sur, es el rey, el más rápido siempre en calcular el movimiento y en disparar cuando hace falta.

Además de clasicómano, Van Avermaet tiene veleidades de escalador -ganó una etapa de medía montña en el Tour, en el Lioran, y se vistió de amarillo unos días- y sabe sufrir lo justo para nunca soltarse del todo si lo necesita. En la penúltima recta, saltó del grupo de Purito combinando sus fuerzas con las de Fuglsang, el danés que le llevó hasta Majka ya deshecho y le lanzó incluso, el culmen de su arte, su victorioso sprint olímpico. Unos segundos más tarde, Purito, 37 años, cruzó quinto su última meta.

Purito: “Tenía piernas para una medalla”

Un quinto puesto. Un diploma olímpico en la que pudo ser su última gran carrera. Un resultado más que digno en una durísima prueba ciclista en Río. Pero a Purito Rodríguez le supo a poco, estuvo cerca de tocar metal. “Estaba bien y ha sido una pena porque tenía piernas para una medalla”, declaró el ciclista catalán nada más terminar.

Pocos coletazos le quedan a Purito en el ámbito profesional, y desde luego el de ayer era su último gran reto. “Siempre he dicho que me gustaría retirarme aquí”, confesó tras cruzar la línea de meta. Un gran historial, lleno de victorias, pero que no pudo culminar como le hubiese gustado: subido en el podio de Río con una medalla colgando del cuello.

El otro español que partía con serias opciones antes de la prueba, Alejandro Valverde, se desfondó y no pudo estar con los mejores en los últimos kilómetros y finalizó en 30ª posición. El propio Purito desveló que el murciano le reconoció que “no tenía piernas para ganar” y se puso a disposición del catalán. “Ha intentado echarme un capote pero no ha podido ser”, apuntó Rodríguez, que saltó en una de las últimas subidas para intentar posicionarse en la cabeza de la carrera. Finalmente, el catalán no pudo dar alcance al trío que se jugó las medallas.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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