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Simone Biles se despide de Río con el oro en suelo

Con el cuarto título en su estreno olímpico, la estadounidense supera a la Nadia de Montreal 76 e iguala a la Latynina de Melbourne 56

Amaya Iríbar
Simone Biles en el ejercicio de suelo.
Simone Biles en el ejercicio de suelo. Ian MacNicol (Getty Images)

El maravilloso viaje de Simone Biles en Río llegó ayer a su fin. Si alguien dudó el lunes con su tropiezo en la barra, ahí estaba la pequeña, explosiva y carismática estrella de la gimnasia para despedirse a lo grande, como la campeona que es, tan solo un día después, con una nueva exhibición en el ejercicio de suelo. Exhibición reconocida, inevitablemente, con otro oro. El cuarto de seis posibles. Con este número la estadounidense, de 19 años, supera en su estreno olímpico a la Nadia Comaneci de Montreal 76 e iguala a otra leyenda de la gimnasia, la soviética Larissa Latynina, que obtuvo las mismas cuatro victorias en Melbourne 56.

Biles era la gran favorita para ganar en la última final de la gimnasia artística femenina en Río. Porque raramente falla en este aparato (no ha perdido un título mundial de suelo desde que debutó en 2013). Porque su ejercicio es el más complicado de todos (tres décimas más que el de su compatriota Raisman, campeona en Londres 2012 y ayer su única rival seria). Porque sube casi medio metro más que sus rivales en los mortales que cierran sus diagonales. Porque nunca duda, más allá de ese pequeño saltito para aterrizar con seguridad después de cada acrobacia. Porque su técnica no puede ser más exquisita (dice su entrenadora que es porque sabe exactamente dónde esta cada parte de su cuerpo cuando vuela y en la final fue la única de las ocho gimnastas que superó el 9 en ejecución). Porque disfruta todo el rato, cuando baila, cuando salta, cuando vuela. Y, sobre todo, porque merecía (y la gimnasia también) cerrar su estreno olímpico como una gran campeona que ha cambiado su deporte para siempre.

Por eso, cuando Simone Biles terminó su ejercicio a ritmo brasileño, con sus cuatro diagonales dificilísimas, incluido ese Biles en la segunda que tanto gusta a la afición, el equipo estadounidense en pleno la despidió aplaudiéndola puesto en pie en las tribunas reservadas a los atletas. Haciéndole los honores. Biles saludó al público con una gran sonrisa, consciente de que era el final, el último de sus 15 ejercicios en Río. Y su entrenadora Aimee Boorman, que la descubrió con seis años y ha vivido su propio sueño olímpico en Río de Janeiro, la felicitó con todo el cariño del mundo.

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Aunque la estadounidense tuvo que esperar tres ejercicios completos para celebrarlo, se sabía campeona. La única que puso en un aprieto a los jueces fue Raisman, que regresó del retiro con un ejercicio mejorado en el último año y todas las acrobacias perfectamente aterrizadas. Al final, medio punto separó en el podio a las compañeras y amigas (15,966 de Biles por 15,500 de Raisman). Y el público respiró aliviado.

Biles se va de Río con un saco de oros que la convierten en una de las grandes estrellas de estos Juegos Olímpicos, junto a Michael Phelps y Usain Bolt. Y que emparenta a la nueva campeona olímpica con las grandes leyendas de su deporte. Nadia Comaneci, la niña que con sus actuaciones, triunfos y aquel primer 10 olímpico, volvió loco al mundo en Montreal 76 y puso la gimnasia femenina en el mapa del público general, logró tres oros en aquella cita (individual, paralelas y barra), uno menos que Biles en Río. La rumana se llevó también una plata (equipos) y un bronce (suelo), mientras que Biles ha sumado un bronce en barra en el único fallo de su periplo olímpico.

Veinte años antes de Nadia, Larissa Latynina, una de las últimas grandes damas de la gimnasia soviética, había vuelto de Melbourne 56 con cuatro oros, exactamente en las mismas pruebas que lo ha logrado Simone Biles. Latininia sumó además una plata y un bronce.

Primeros Juegos

Son solo números que permiten situar la gesta de Biles en la historia de la gimnasia y del deporte. Además, están las sensaciones. Y la sensación principal es que Simone Biles ha revolucionado la gimnasia no solo porque no hay rival que pueda acercársele salvo que ella misma falle —como pasó en la final de barra—, sino porque lo hace rompiendo con la imagen estereotipada de que las gimnastas son niñas autómatas incapaces de sentir lo que hacen. Biles disfruta cada paso. Sonríe todo el tiempo. Vacila en las redes sociales. Nadia y Latynina compitieron en varios Juegos. Los de Biles han sido los primeros.

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Sobre la firma

Amaya Iríbar
Redactora jefa de Fin de Semana desde 2017. Antes estuvo al frente de la sección de Deportes y fue redactora de Sociedad y de Negocios. Está especializada en gimnasia y ha cubierto para EL PAÍS dos Juegos Olímpicos y varios europeos y mundiales de atletismo. Es licenciada en Ciencias Políticas y tiene el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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