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Wenger, ¿rácano o gestor?

El técnico del Arsenal invertirá 60 millones de euros en Mustafi y Lucas Pérez y al tiempo justifica su contención en un mercado de fichajes que califica de derrochador

Arsene Wenger dirige al Arsenal durante un partido contra el Leicester.
Arsene Wenger dirige al Arsenal durante un partido contra el Leicester.D. S. (REUTERS)

A punto de cumplir veinte años en el club, al que ha guiado a tres de sus diez campeonatos de Liga y seis de sus doce titulos coperos pero con el que no ha logrado triunfar en Europa, Arsene Wenger se somete a un escrutinio que cuestiona su gestión para reforzar al Arsenal. No se discute su influencia en el juego del equipo, sí su capacidad para llevarlo al máximo nivel en consonancia con el potencial de una entidad que en los últimos años ha duplicado sus ingresos anuales desde los 250 millones de euros a cerca de los 500 que espera facturar al final de la campaña recién iniciada. Sus críticos dicen que Wenger racanea, él se defiende. “Se pagan auténticas fortunas y hay que estar convencido. Estoy dispuesto a gastar dinero en futbolistas, pero no es mi dinero y es importante hacerlo de manera correcta”. El Arsenal ganó el sábado su primer partido de Liga. Lo hizo en Watford y tuvo un aroma de urgencia: si llega a caer se hubiese quedado a ocho puntos de Manchester City, Chelsea y Manchester United tras tran solo tres jornadas. Superado el trance anunciará en las próximas horas la adquisición de Mustafi y Lucas Pérez, dos jugadores procedentes de la Liga, por un total que superará los 60 millones de euros.

Atrás quedó la leyenda del equipo anodino del one nil to the Arsenal que resolvía los partidos por la mínima y sin brillo. El técnico alsaciano introdujo a finales de los noventa en la Premier conceptos como el del entrenamiento invisible y el control de la nutrición en sus futbolistas y pilotó la evolución de un equipo que en los últimos años ha dejado atrás un juego más físico para que prevaleciese un estilo que privilegia el control y la posesión. Nada reprochable si los resultados terminasen de acompañar. Pero ha caído en octavos de final en las últimas seis Champions y no gana la Premier desde hace doce años. Y el Arsenal no es un paria. Según el informe anual que publica Deloitte sobre los ingresos en los clubs más potentes a nivel mundial, es el séptimo club que más dinero genera, el tercero en Inglaterra tras los dos principales equipos de Manchester. En 2006 dejó Highbury y se mudó a un nuevo estadio que le supuso un gasto de 500 millones de euros, pero ahora, antes de sus últimos movimientos en los despachos, se cifraba en más de 200 millones de euros su capacidad económica para moverse en el mercado.

“Desde que estoy en el club se han realizado más de 400 traspasos”, se defiende Wenger ante quienes le acusan de inacción en su faceta de manager. Pero ante el Arsenal se mueve un río de oro. Los equipos de la Premier League superarán este verano, de largo, un gasto total de 1.100 millones de euros en reforzarse. Solo el Manchester United se ha gastado en los últimos cuatro años algo más de 600 millones de euros en incorporaciones, algo más de lo que han invertido los gunners en las once campañas que llevan en su nuevo feudo del Emirates. “La gente quiere caras nuevas, ya no valora la lealtad de los jugadores y que se cumplan los contratos plurianuales. Hay una adicción a ver titulares en los periódicos”, lamenta el técnico alsaciano. Las incorporaciones de Mustafi y Lucas Pérez, sumadas a las del suizo Xhaka (45 millones) y las del japonés Asano (4 millones) y el inexperto central Holding (3 millones) servirán para superar el tope histórico gastado por la entidad cuando hace dos años llegó a los 119 millones tras fichar a Alexis Sánchez por 43 y a futbolistas como Chambers, Welbeck, Debuchy, Gabriel Paulista y Ospina que no se consolidaron como titulares y supusieron entre todos un coste de 76 millones de euros. El año pasado solo llegó en verano el meta Petr Cech y en la ventana de fichahes invernal el egipcio Elneny.

A dos meses de cumplir los 67 años de edad, tras dos décadas en un equipo cuya historia ya no se puede entender sin su obra y seguramente sin su legado, con un vínculo contractual que finaliza el próximo verano, Arsene Wenger reconoce que esperaba menos trabas en los movimientos estivales para reforzar al equipo. Fracasó al tratar de contratar a Vardy y Lacazette, falló en las aproximaciones a Morata e Higuain, como hace tres años acabó en fiasco su intento sobre Luis Suárez antes de que firmase un monumental ejercicio con el Liverpool. Cuando la pasada semana se supo que su elegido para la delantera era Lucas Pérez, con casi 28 años, que nunca ha vestido la camiseta de la selección y tiene un pasado en Karpaty, Paok y los dos últimos años peleó con el Deportivo para salvar la categoría, tuvo que desmentir que fuese un fichaje presa del pánico y las prisas. Y quiso zanjar la discusión con una muestra de su ideario: “Estamos este verano en un mercado extraño y nada fácil, con mucho derroche. Cada vez es más difícil elegir buenos futbolistas a su coste real. Conseguir que nuestros aficionados estén contentos es importante, pero todavía más hacer las cosas bien y en beneficio del club”.

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