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Victoria del Celta de Vigo para olvidar la morriña

El equipo de Berizzo supera sin alardes a un defensivo Sporting para festejar su primer triunfo de la temporada

Pione Sisto, del Celta, pugna con el sportinguista Lora.
Pione Sisto, del Celta, pugna con el sportinguista Lora.Salvador Sas (EFE)

Tan gallego es el Celta que la imagen que transmite a día de hoy entronca con un sentimiento de morriña. Hace tan poco tiempo que le hemos visto jugar tan bien, tan presente está ese recuerdo teñido de atrevimiento, de ambición y codicia, de talento, en definitiva de verdad futbolística, que es hasta lógico que brote la melancolía. Hay un poso porque hay mucho trabajo detrás y continúan la mayoría de los futbolistas que plasmaron de manera tan brillante la evolución de un estilo que con Berizzo alcanzó momentos de sublimación larvados ya antes con otros estrategas, pero faltan burbujas en este champán. El Celta se ha vulgarizado y en ese recorrido se topó con la ansiedad por los malos resultados. No parece una buena mezcla, pero al menos a la quinta (la sexta si se considera el partido de Europa League en Lieja) cantó victoria. Puede ser un comienzo.

El Sporting dio durante largos minutos el empate por bueno. No era poco pensando en la cuenta final, pero lo pagó. Se esforzó y puso oficio porque Abelardo este verano ha comprado veteranía. Le ha puesto la piel dura al equipo y esa fue ya desde el primer minuto una mala noticia para el Celta, que no encontró la llave de la zaga asturiana. No la tuvo por las bandas, donde Bongonda y Pione Sisto persistían, encaraban y bregaban, pero no resolvían. No apareció por la aportación de Iago Aspas, huérfano de colaboradores, de gente que toque cerca de él y entienda su maravillosa manera de entender el fútbol por dentro y en espacios escuetos, abandonado a una desigual lucha física con Amorebieta. No sufrió el Celta atrás porque el Sporting se guardó y se aplicó sobre todo en el repliegue con la intensidad que añoró su entrenador durante su anterior partido en el Calderón, también con cinco cambios respecto al once inicial de aquella cita que le dieron otro matiz al equipo

El partido tuvo durante algo más de una hora una única dirección, la de la meta defendida por Cuéllar. Pero el meta sportinguista apenas tuvo que desperezarse. Balaídos acogió el trasteo con frialdad, con un punto gélido, entre el murmullo y la decepción. Es un público acostumbrado a un equipo de incensante producción ofensiva y se encontró con una suerte de diesel. El Celta fue hacia delante sin chispa, pero con persistencia. Se confió además porque no sintió el peligro ajeno. Al Sporting le faltó la falta de codicia ante un rival que no le dañaba, no le hizo ni cosquillas hasta que se vio detrás en el tanteador. Porque marcó el Celta en una acción que ofrece una pista: Pione Sisto parece tener más desequilibrio por el perfil derecho que por el izquierdo. Por allí entró hasta la línea de fondo para fabricar un pase al área que aprovechó el lateral Hugo Mallo para resolver el partido con el segundo gol en cinco jornadas para el Celta, una resolución con un punto de fortuna porque Amorebieta tocó lo justo la pelota para engañar a su propio portero.

Berizzo tenía a Rossi preparado para ingresar en el campo porque el partido pedía un agitador, pero de pronto la batidora pasó a manos de Abelardo, que llamó a Burgui y a Carlos Castro, subió varios metros al equipo y buscó redención en un cuarto de hora. La encontró en menos tiempo y de paso delató que el Celta tiene problemas en las dos áreas. La primera vez que más de cinco futbolistas pisaron la suya cometió un penalti, un agarrón de Roncaglia sobre Cop que precedió a una magistral transformación del delantero croata, que rememoró aquel estilo de Gaizka Mendieta, la mirada fija en el meta y la pelota a la red. Entonces sí entró Rossi. El Celta estaba tocado, pero aprovechó un error de Amorebieta para ganar. El central cometió un penalti que debió evitar sobre Radoja. Y Aspas resolvió, Berizzo le retiró del campo y llamó a Jonny, el más coriáceo de sus defensas para guardar la victoria. Lejos de alardes pasados, seguramente fue quien más hizo por ella.

Hugo Mallo y Cabral celebran la victoria del Celta.
Hugo Mallo y Cabral celebran la victoria del Celta.Salvador Sas (EFE)

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