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Márquez, un Mundial a sangre fría

El piloto de Honda, el más regular, logra su tercer título de MotoGP con una victoria en Motegi y en una temporada en la que se exigió calma al empezar con una moto nerviosa y difícil de pilotar

Nadia Tronchoni
Márquez celebra el título con su equipo.
Márquez celebra el título con su equipo.Shizuo Kambayashi (AP)

Regularidad. Paciencia. Y el orgullo bien entendido. Esos son los conceptos que definen la temporada de Marc Márquez, la de su tercer título en cuatro años en MotoGP. Veía su futuro muy negro en pretemporada, allá por el mes de febrero, el piloto de Honda. Tanto que nunca hubiera imaginado una capitulación como la que firmaron las Yamaha en Motegi, el circuito en el que se convirtió en campeón de MotoGP. Fue con una victoria, la primera con una 1.000cc en este trazado, que al parecer nunca se le había dado especialmente bien. Cosas de Márquez. Y después de que tanto Rossi como Lorenzo acabaran por los suelos persiguiéndole como iban, tratando de forzar un error que no se ha producido en todo el año y tampoco se produjo este domingo en el gran premio de Japón.

Supo lo que se le venía encima este 2016 en cuanto probó la nueva moto para este curso en los tests de Malasia, a principio de año: seguía siendo igual de brusca en aceleración de lo que lo era en Valencia el mes de noviembre del año anterior. La fábrica japonesa siempre quiso una máquina con un motor bien potente, que ninguna otra moto pueda pasar por velocidad punta en una recta. Lo consideran una humillación. Pero en sus intentos por ganar potencia (pese a que la del año anterior en ningún momento se quedó atrás) hicieron de la aceleración un problema. La moto se levantaba a la salida de las curvas, era nerviosa, difícil de controlar y de guiar. Una tortura, incluso para un piloto como Márquez, amante del motocross y del dirt track.

Preocupación en aumento

Pese a los resultados, que iban cayendo como por la gracia divina, la preocupación de Márquez iba en aumento. También la de los miembros de su equipo, que se cansaron de descubrir a un nuevo Marc, más serio, habitualmente preocupado. Errar a la hora de decidir qué camino hay que tomar para desarrollar el motor de una MotoGP marca toda una temporada. Y puede hundírtela. Eso pensaban que les pasaría en el box del 93. Solo el propio Márquez, él, que sabe de lo que es capaz, conservaba una pizca de esperanza. Pero la solución, cuando lo que falla es el motor, no es cosa fácil. Es la única pieza sellada (que no se puede modificar ni evolucionar a lo largo de la temporada) y limitada (siete motores por piloto y por moto), de modo que no quedaba más remedio que conseguir que el resto de elementos hicieran que, pese a todo, la moto trabajara mejor. Ha costado mucho tiempo y dinero —nuevos chasis, infinidad de piezas nuevas, algunas sirvieron, otras no, un técnico especializado en electrónica incorporado al equipo expresamente…—, pero la fábrica finalmente lo ha conseguido.

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Mientras tanto, los aficionados al motociclismo contemplaban a un Márquez alienado. Más maduro, por supuesto, que había aprendido un año antes a base de caídas y de ceros (demasiados) que no ganan más mundiales los pilotos más espectaculares, ni los más atrevidos, ni los que consiguen más victorias, sino aquellos que cometen menos fallos. Este campeonato, el más difícil, el más competido y el más costoso de cuantos ha ganado en la categoría reina, se lo ha adjudicado gracias a una serie de victorias tempranas con las que no contaba, como la que logró en Argentina, pura supervivencia con unos neumáticos que llevaron de cabeza, especialmente, a Michelin; como la que sumó, cantada esta sí, en su circuito fetiche, el de Austin.

Además, le favorecieron los errores, también prematuros, de sus rivales por el título. Primero cayó Rossi. Luego Lorenzo. Además de las Ducati, a quienes se esperaba en el ajo este año.

La temporada ha estado muy marcada por el nuevo suministrador de neumáticos: no avisan de los límites, no le permiten a uno salvar las caídas. Bueno, solo al piloto de Honda, el que mejor los ha sabido gestionar en carrera: su único error, una caída en Le Mans, lo salvó al poder volver a pista y sumar tres puntos: “¡Quién sabe si al final pueden darme el Mundial!”, decía.

Once podios

Márquez celebra el triunfo en el podio.
Márquez celebra el triunfo en el podio.T. KITAMURA (AFP)

Puro Márquez. Es el único piloto que ha puntuado en todos los grandes premios. Y de los 15 que se llevan disputados ha estado en el podio en 11 ocasiones.

Solo a partir del test que Honda realizó el lunes después del gran premio de la carrera en Brno, en el que la fábrica japonesa renunció a poner en pista la moto del 2017 para trabajar en el desarrollo de la moto de este curso, empezó a sentir que tenía una moto con la que competir de tú a tú con Yamaha. Comenzó a resolver sus problemas. Y volvió el viejo Márquez. Tanto que en Silverstone sacrificó un segundo puesto al enzarzarse en sendas batallas con Rossi y Crutchlow. Tenía moto para pelear y ganas de lío. Se olvidó por un momento de que se jugaba el campeonato y el título.

Y el tipo. Acabó quinto. El último test, el definitivo, en Aragón, le dejó la Honda a punto para sentenciar un título que se ha trabajado con estoicismo y perseverancia: por fin Honda le dio unas alas bien grandes para compensar los problemas en aceleración y mejorar la estabilidad de la rueda delantera a la salida de las curvas, el último detalle que quedaba por pulir. El que le permitió competir con toda la ambición que había contenido durante todo el curso. Nadie remata mejor una faena que Márquez. Y ahora sí, a sangre fría. 

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Sobre la firma

Nadia Tronchoni
Redactora jefa de la sección de Deportes y experta en motociclismo. Ha estado en cinco Rally Dakar y le apasionan el fútbol y la política. Se inició en la radio y empezó a escribir en el diario La Razón. Es Licenciada en Periodismo por la Universidad de Valencia, Máster en Fútbol en la UV y Executive Master en Marketing Digital por el IEBS.

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