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Garbiñe Muguruza, un año entre dos mundos

Conchita Martínez analiza la temporada de la hispano-venezolana, un talento que compite entre contrastes, de un polo a otro: “El tenis lo tiene ahí dentro. Lo que necesita es ser libre de mente"

Alejandro Ciriza
Muguruza, durante un partido en el Masters de Singapur.
Muguruza, durante un partido en el Masters de Singapur.WALLACE WOON (EFE)

El de Garbiñe Mugurza ha sido un año entre dos mundos, dos realidades. A sus 23 años ya sabe lo que es hacer cumbre en un gran torneo, pero también ha comprobado que la primera plana requiere de un canon, el que impone la presión de los focos y el exigente listón del aficionado, que siempre quiere más y más, victoria o victoria. Esta temporada conquistó Roland Garros, su primer Grand Slam, pero después su trayectoria ha descrito un continuo zigzag, un sube y baja que para algunos tiene difícil explicación. Ella, eliminada ya de la Copa de Maestras pese a que este viernes dispute un último partido, contra la rusa Svetlana Kuznetsova (10.00, Teledeporte), esgrime que su oscilación responde a que el tenis es una cuestión de “días”, “etapas” y “procesos”.

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Un criterio que comparte Conchita Martínez, la actual capitana del equipo de la Copa Davis y la Copa Federación. La seleccionadora, como le ocurre ahora a Garbiñe, también tuvo que soportar la carga del éxito tempranero. Con 22 años triunfó en Wimbledon y con 23, como Muguruza, se convirtió en la segunda mejor tenista del mundo, así que sabe muy bien de lo que habla. “Te puedes llegar a despistar mucho”, explica a EL PAÍS. “Todo el mundo quiere cosas de ti, te llaman para todo y, claro, no puedes ir a entrenarte después de haber hecho 400 sesiones de fotos o de que un alcalde te haya dado algún premio”, añade.

“Tienes muchas tentaciones. A mí me cambió la vida y supongo que a Garbiñe también le habrá afectado. Tiene un potencial espectacular, tanto dentro como fuera de la pista, así que las marcas se la rifan”, ahonda la aragonesa, quien entiende que la eliminación de Muguruza en Singapur se debe sobre todo al traspié del primer día. “Contra Pliskova jugó muy bien durante casi todo el partido, con cabeza. Fue un cara o cruz, pero si ese partido hubiese caído de su lado… la hubiese armado en Singapur. Ella es una jugadora que necesita buenas sensaciones, así que le hubiese dado muchísima energía”, argumenta.

Este curso ha sido una montaña rusa para Garbiñe, imparable cuando está inspirada, pero endeble cuando la circunstancia va en su contra. Su calidad está fuera de toda duda, aunque su margen de crecimiento es todavía muy grande, lo que no deja de ser un factor muy positivo. Su derecha y su revés son dos espadas, pero debe afinar mucho en la volea y el servicio. No obstante, su principal reto hoy día es mental, porque en muchas ocasiones desprende la sensación de que ella misma es su máxima rival, de que Garbiñe compite contra Muguruza.

Muguruza intenta alcanzar la bola durante el partido contra Radwanska.
Muguruza intenta alcanzar la bola durante el partido contra Radwanska.Clive Brunskill (Getty)

“El tenis lo tiene ahí dentro. Lo que necesita es confianza, ser libre de mente para que su juego brille. En el momento que lo consigue ya ha demostrado de lo que es capaz de hacer”, apostilla Conchita. “Este año ha hecho partidos muy buenos y otros malos. Existen momentos en los que si por lo que sea no estás al cien por cien no salen las cosas y se pasa mal. Ella ha tenido días en los que lo ha pasado mal. El público ve lo que ve y no lo termina de entender, pero hay que meterse en la piel del deportista. La gente tiene que ser comprensiva, porque aún tiene toda la carrera por delante”, agrega.

Ganar un Grand Slam te cambia la vida. Tienes muchas tentaciones. A mí me afectó y supongo que a Garbiñe también

Este 2016 se ha traducido en una inmejorable lección para Muguruza, una campeona de momentos. La estancia en las alturas pasa por el equilibrio, aunque ella dice que no tiene por qué ser necesariamente una jugadora regular y se cuestiona en alto que tal vez valga más alzar un gran trofeo que una línea recta a lo largo del año. “Hombre, si gana un Grand Slam cada temporada sería genial... . Ella misma va a encontrar su propio camino. Lo que debe hacer es seguir con el día a día con la mayor seriedad posible, hacer una vida normal. No hay más misterio. El sacrificio al final termina reflejándose en la pista. No tiene que fijarse mucho en lo que puedan decir o escribir por ahí”, señala.

Expuesta al ojo mediático y la opinión de la calle y la grada, Garbiñe va cumpliendo ciclos. Asomó la cabeza en el profesionalismo en 2013, con una meritoria actuación en Miami, y al año siguiente tumbó a Serena Williams en París; en 2015 fue la sensación de Wimbledon, finalista, y esta campaña llegó la coronación en Roland Garros y también las fluctuaciones, la guerra interior, los dos mundos: el de Garbiñe y el de Muguruza, el de la ganadora controlada y el de la agitación. “Si las críticas son constructivas, que las atienda, pero si no: ¡Fuera! Que no las lea, porque no merecen la pena”, recomienda Conchita, que a su vez concluye: “Debe mantenerse con una actitud positiva. Tiene que volver al inicio, recuperar baterías y ponerse el mono de trabajo. Se necesita paciencia. Yo tengo fe ciega en ella”.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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