_
_
_
_
_

Willy Caballero, un portero con callo

Tras superar su hija un cáncer de retina, el meta reanudó su carrera y hoy se mide al Barcelona con los guantes del Manchester City

Jordi Quixano
Willy Caballero, durante el entrenamiento.
Willy Caballero, durante el entrenamiento. Jason Cairnduff (REUTERS)

El mundo se le cayó encima en 2006. No encontraba la razón del porqué y, abatido como nunca un delantero lo había conseguido con uno o más goles, se marchó del Elche con urgencia hacia Argentina para estar al lado de su mujer y sobre todo de su hija Guillermina, a la que le acababan de detectar un cáncer de retina. “Fueron seis meses muy duros”, recuerda Willy Caballero (Santa Elena, Argentina; 1981), portero del Manchester City. Se entrenaba cuando podía con el Arsenal de Sarandí, sin competir, y acompañaba a su hija a todas las pruebas y tratamientos.

Más información
Guardiola no olvida
Messi castiga a un errático Manchester City

La vida acabó por sonreírle a la niña y a sus padres, que recobraron la naturalidad de su rutina. Él, bajo el larguero, de nuevo en el Elche para cobrarse un nombre que después amplió a leyenda en el Málaga porque desde el curso 2011-2012 posee el récord de imbatibilidad del club en Primera: 479 minutos. Actuaciones que le valieron un pasaporte para el Manchester City de su extécnico Pellegrini, aunque insuficiente para tener continuidad en el Etihad. Pero ya no hay contratiempo que le perturbe y, sancionado Claudio Bravo, hoy será titular ante el Barcelona.

Caballero se ganó a Pep Guardiola durante la pretemporada. “Lo ha hecho muy bien desde que llegué. Tiene mucha experiencia y eso me da confianza. Por eso lo he elegido”, explicó el entrenador después de darle la titularidad en el primer partido de la Premier, momento en el que ya le había dicho a Joe Hart que lo mejor era que se buscase un equipo, ahora en el Torino. “Fue una sorpresa para mí. Había entrenado fuerte para tener esta oportunidad. He intentado disfrutarlo”, resolvió el jugador 90 minutos más tarde.

Jugar con los pies

Pero la exigencia de jugar con los pies desde la raíz se le atragantó frente a la presión del Stoke porque sus pases se perdían por la línea de banda o en los pies de los rivales, circunstancia que apremió a Guardiola a fichar a Bravo, quien dio esquinazo al Barcelona al rechazar la renovación. “Quería jugar más”, argumentó el técnico citizen sobre el chileno. Y así fue hasta que en el partido de ida de la liguilla en el Camp Nou, la pifió con un pase defectuoso desde fuera del área que corrigió después con las manos para ver la tarjeta roja. Por lo que jugará Caballero. “Me ha ayudado mucho y le tengo mucha estima y confianza. Si acierta estaremos contentos y si falla, le echaremos una mano. Pero no tengo ninguna duda con él”, señaló ayer Guardiola desde la sala de prensa de The Academy. “Es un gran portero”, resumió Nolito.

Caballero, junto a Bravo y Guardiola, en el entrenamiento del City.
Caballero, junto a Bravo y Guardiola, en el entrenamiento del City. Jason Cairnduff (REUTERS)

En dos temporadas y cuarto, Caballero ha disputado 28 encuentros, intrascendente en la Premier pero capital en las copas locales, hasta el punto de que en el curso pasado se erigió en el héroe citizen en la final de la Copa de la Liga frente al Liverpool, cuando detuvo tres lanzamientos en la rueda de penaltis y acabó por ser manteado por sus compañeros. Algo que siempre soñó en la Casa Amarilla (residencia de Boca), cuando se formaba como futbolista. Campeón del mundo con la selección Sub-20 de Argentina en 2001 —en el equipo jugaban Saviola, D'Alessandro y Maxi Rodríguez, entre otros—, no pudo destacar en su país porque el Pato Abbondanzieri era intocable. Se marchó a Elche, regresó a casa por Guillermina, y pasados los años pelea por su sitio en el Manchester City. Sabe que no va a jugar mucho porque Bravo, por más que sea criticado por la prensa inglesa porque no ha caído de pie en la Premier, es la elección de Guardiola. Aunque para Caballero, portero con callo, no es lo más importante. “Tras la enfermedad de mi hija tendría que haber sido muy egoísta y ambicioso para pensar que me iba a suceder todo lo bueno que me sucedió”, expone. Como hoy, que seguramente volverá a ponerse esos guantes blancos y azules, esas manoplas del City, esas herramientas que le diseñó Guillermina.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_