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Siempre robando
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Finales

Con esas finales nos hemos ido haciendo hombres, o lo que sea, este año: ninguna sin sufrir, ninguna sin perder

Manuel Jabois
Cristiano recoge el balón tras marcar en la final del Mundialito.
Cristiano recoge el balón tras marcar en la final del Mundialito. Kim Kyung-Hoon (REUTERS)

Hace unos días Guti, que anda reinando en la cantera blanca, hablaba de un patrón de conducta en las categorías inferiores con miras a la ocupación en el primer equipo. Lo resolvía apelando al juego de asociación y de ataque, nada nuevo salvo por las posiciones de los jugadores: el 4-3-3. “Que puede convertirse en 4-5-1 defensivamente, pero básicamente todos los equipos juegan así porque es como lo hace el primer equipo”. ¿Significa eso que se están fabricando extremos? “Se están fabricando extremos y se están fabricando mediocentros”. Dos posiciones que en el Madrid son prioritarias para sostener su esquema de juego. Un esquema de juego dúctil, divertido en la medida en que uno puede pasarse el partido tratando de adivinar cuál es, y que supone un nuevo discurso a algo muy viejo en el Madrid desde los alevines a los adultos, pasando por la posadolescencia: el equipo sólo sabe a qué juega a partir del resultado.

En Japón se logró el Mundial de clubes con varios empujones manufacturados por Benzema y Cristiano; momentos especialmente álgidos que duraban unos segundos y se desvanecían en las redes de la portería adversaria. Con esas finales nos hemos ido haciendo hombres, o lo que sea, este año: ninguna sin sufrir, ninguna sin perder. Especialmente grave en Yokohama, donde casi se lleva por delante al Madrid un equipo que los clásicos llaman “voluntarioso”. Es hora de ir perdiendo un partido, alguno que no suponga un conflicto de puertas adentro —de puertas afuera las crisis ya se fabrican con victorias— para despejar ese halo que se da el Madrid de inmunidad, como si hasta en el minuto 95 fuese posible un milagro. Y ya se sabe que no hay nada peor que un paranoico acertando una y otra vez. Con una derrota el Madrid podrá palparse de nuevo el cuerpo y comprobar que se non é vero e ben trovato: sangrar es bueno, siempre que no sea en finales. El Madrid las ha tumbado todas, las tres, ninguna antes del 90.

Así que con una línea dinástica en la cantera que garantiza extremos listos y las vitrinas cargadas, las preocupaciones mundanas del Madrid se dirigen a James, que ocupa un dorsal maldito, el 10 (10 llegó a ser Lass; esa dulzura con la simbología en el Madrid a mí me representa siempre). No hay nada peor en el Bernabéu que estropear un título; ayer era más noticia la rajada del colombiano que el pentacampeón. Este año tuvo varias de esas molestias parecidas a moscosos. Le ha devorado algo tan viejo, usado y previsible como Madrid. Y como la ciudad no se va a mover, tendrá que hacerlo James. Eso también se estudia, y mucho, en la cantera.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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