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El Alavés vulgariza el juego del Atlético de Madrid

Gran partido del equipo de Pellegrino, que domino todas las facetas menos el gol y terminó empatando frente a un equipo rojiblanco muy vulnerable

Llorente supera a Carrasco.
Llorente supera a Carrasco.L. RICO (EL PAÍS)

El Alavés fue el vendaval y el Atlético, la hoja. Se suponía lo contrario por la jerarquía de los equipos, pero cambió el tiempo y el Alavés puso las alas mientras el Atlético era el plomo. Dominó el partido de cabo a rabo el conjunto de Pellegrino que avergonzó al del Simeone, en la primera mitad, sobre todo, con una posesión abrumadora de la pelota. No solo eso, con una superioridad estratégica, individual, colectiva, anímica y física. Bastaba, sencillamente, ver jugar a Camarasa para resumir la superioridad blanquiazul.

El futbolista levantino fue una enciclopedia del fútbol, un completo manual de todas las artes del juego: el desmarque, la sorpresa, la velocidad, el engaño, la solidaridad defensiva, la efusión ofensiva... Nunca supo qué hacer con él el Atlético porque no lo vio o lo vio tan de lejos que ni apreció sus rasgos. Ni lo frenaron los centrocampistas ni lo pararon los defensores. Como a todo el Alavés, que desbordó, en la primera mitad y buena parte de la segunda, a un Atlético difuso, confuso, vulgar y extrañamente desordenado.

La personalidad le ha cambiado al Atlético, que busca refugio en el oficio y fortuna en las acciones aisladas, pero le quitó tanto el Alavés (posesión, balón, raciocinio y corazón) que más pareció mendigar un gol que buscarlo. Y pudo recibir la limosna de la victoria en una escapada de Gaitán, que se plantó solo ante Pacecho, pero el portero alavesista le robó el balón con la limpieza del algodón. Fue su única ocasión, el resto fueron faltas cruzadas, directas, de esas que tantas veces han sacado al equipo de Simeone de los atascos con un volantazo a tiempo. No dio para más su juego sino para sustos -Giménez se retiró lesionado entre lágrimas de rabia- y malos gestos -el de Carrasco cuando fue sustituido y los escupitajos y manotazos de Godin-.

Sin gol

Todo lo demás lo hizo el Alavés. Construyó el fútbol desde atrás, con la sabiduría de Marcos Llorente y la fortaleza de Manu García, los hilvanó por las bandas con la potencia de sus laterales, Kiko Femenía y Theo, que se repartieron el estrellato, un tiempo para cada uno, y concluido por la inteligencia, la habilidad y la potencia de Camarasa, que igualó su esfuerzo a su calidad.

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Le faltó el gol al Alavés, que lo pudo conseguir en un reate acrobático de Laguardia que repelió el larguero y después, Deyverson e Ibai Gómez se estorbaron, solos a portería vacía. Y en dos, tres, cuatro, cabalgadas del levantino que acabó extenuado, tanto que un gol lo perdió por falta de aliento antes de ser sustituido. Y en un disparo de Edgar que exigió la mejor versión de Moyà, el mejor atlético. Y en un exceso individualista de Theo, que no vio -o no quiso ver- a Deyverson y Vigaray, solos a dos metros de la portería. Y en una falta, ya en el descuento, de Llorente a la que no llegó Christian Santos por un milímetro.

Así de desigual fue el partido entre un equipo voraz y un rival aturdido, sacado de sus casillas, bastante impropio de la impronta de Simeone, pero quizás acorde a los bandazos de esta temporada. El fútbol no festejó con goles al Alavés, pero el Alavés si homenajeó al fútbol con su juego

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