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Vardy hace sufrir al Sevilla y da vida al Leicester

Un tanto del internacional inglés complica el pase a cuartos del conjunto andaluz, superior en fútbol, pero muy penalizado en su único error defensivo

Rafael Pineda
Carriço, a la izquierda, disputa el balón con Vardy.
Carriço, a la izquierda, disputa el balón con Vardy.JORGE GUERRERO (AFP)

No fue justo el fútbol con el Sevilla. Mejor que el Leicester en casi todos los aspectos del juego, falló un penalti, tiró dos veces a los palos y marcó dos goles. Los andaluces mostraron argumentos de sobra para viajar a Inglaterra a defender un buen resultado para pasar a cuartos. Sin embargo, un error defensivo en la única gran acción ofensiva del Leicester lo condena al sufrimiento. El tanto de Vardy dinamitó una eliminatoria que el Sevilla llevaba de forma estupenda. La Liga de Campeones, no obstante, no permite la más mínima distracción. Hasta un equipo arcaico en su estrucutura y superado de cabo a rabo, penalizó una distracción defensiva del Sevilla, tan volcado en ataque y tan gustoso de su juego que se olvidó que podía ser vulnerable.

El gol de Vardy le cambió la cara a la serie porque el Sevilla, muy superior, se ve obligado ahora a sufrir en Leicester. Un tanto que le dio la vida a un Leicester que, en líneas generales, fue superado por el conjunto andaluz y que se encontró con un resultado que no mereció. Son los peajes de la alta competición. Con el 2-0, el Sevilla debió cerrar el encuentro y no encajar. Se gustó demasiado, extasiado por su buen juego. Mejor en todas las facetas del juego, el Leicester se llevó mucho para lo que ofreció. Al Sevilla le faltó un punto de experiencia, quizás de suerte, quizás de control en defensa para no encajar un gol que provocó que cierta decepción levitara en Nervión a la conclusión de un encuentro en el que fue mucho mejor.

Hubo un choque generacional en Nervión, que lució con el esplendor de las grandes citas. El magnífico césped del estadio del Sevilla asistió, quizás atónito, a la colisión de dos estilos diametralmente opuestos. Uno, el del Sevilla, valiente y atrevido, con el balón cosido al pie y una descarada vocación ofensiva. El otro correspondió al pleistoceno del fútbol, con un Leicester acobardado en su cueva. Un juego de las cavernas que ha perdido la capacidad de sorpresa que le aupó, nada más y nada menos, que a la conquista de la Premier. Apenas queda nada de esa irrupción. Quizás porque jugando de esa manera es muy complicado alcanzar los cuartos de final de una competición como la Liga de Campeones. En un fútbol tan globalizado, choca ver en la élite a equipos como el Leicester, con un central pasado de peso, Morgan, y un argumento atacante basado en los saques de banda largos del otro central, el fornido Huth. Ante la pobre propuesta del equipo de Ranieri, el Sevilla fue una auténtica explosión de juego.

La primera media hora de los de Sampaoli fue, sencillamente, modélica. Un aluvión de juego ofensivo que acorraló al Leicester, superado de forma irremediable. Lo llamativo del dominio del Sevilla se plasmó en una posesión infinita, prácticamente dos defensas, Rami y Lenglet, y un carrusel continuos de pases y aproximaciones al área inglesa.

El Sevilla forzó un penalti, detenido por Schmeichel ante el inocente disparo de Correa, pero el error no detuvo a un equipo lanzado. Con una enorme movilidad, los de Sampaoli desbordaron una y otra vez a sus rivales, incapaces de defender, de tener el balón, de respirar… Marcó Sarabia culminando un jugadón y el encuentro solo se jugaba en una dirección. El triunfo, corto, era lo mejor para el Leicester gracias a Schmeichel, sin rastro de jugadores como Mahrez.

Mejoró algo el Leicester en la segunda mitad, al mismo tiempo que al Sevilla le abrió una grieta en defensa la lesión de Lenglet. Marcó Correa en medio de la fiesta y, de la nada, el conjunto inglés se sacó una jugada magnífica que Vardy convirtió en gol, el primero del internacional en la Liga de Campeones. El tanto fue un mazazo para el Sevilla, al que el fútbol castigó de manera injusta. También se podría deducir que la Liga de Campeones no admite la mínima distracción.

El conjunto andaluz, asustado, no supo en esos momentos si ir a por el tercer gol o mantener la ventaja atesorada con el 2-1. No fue el mismo el Sevilla, algo noqueado, aunque con furia para que Rami enviara un balón al larguero a la salida de un saque de esquina. Fue la gran ocasión de los de Sampaoli, golpeados de manera injusta, penalizados por una única jugada del Leicester, que mejoró algo en la segunda mitad gracias a Gray, pero que se llevó un resultado de Sevilla tan bueno como inesperado. La vuelta en Leicester será un auténtico infierno. Un partido con mayúsculas.

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