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El Real Madrid gasta el primer comodín

Después de la derrota contra el Valencia, la visita al campo del Villarreal del domingo adquiere una importancia vital para el equipo de Zidane

Eleonora Giovio
Bale y Cristiano Ronaldo se lamentan tras una ocasión fallada en Mestalla.
Bale y Cristiano Ronaldo se lamentan tras una ocasión fallada en Mestalla. Manuel Bruque (EFE)

“No somos máquinas, podemos cometer errores. No se planea salir así, se puede tener un comienzo malo de partido”, resumía el miércoles en la zona mixta de Mestalla Dani Carvajal. Marcelo, a pie de campo y ante los micrófonos de beIN, acababa de decir que “no se puede salir tan mal a los partidos y que los culpables eran los jugadores por haber encajado dos goles muy tontos”.

El Real Madrid acababa de dejarse tres puntos en la jornada que todos consideraban propicia para alejar y golpear a sus perseguidores. Uno de ellos, además, el Barcelona, herido de muerte tras el 4-0 en Champions. No fue así y la visita al campo del Villarreal este domingo adquiere ahora una importancia decisiva.

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La sensación en el equipo es de haber tirado el encuentro de forma muy tonta y de haber gastado el primero de los dos comodines que tenía (hay otro partido aplazado, contra el Celta, por recuperar). No hay alarmismos, por la reacción, pero sí apuro por no volver a malgastar cartuchos. En eso también insistirá Zidane, en no conceder más ventaja anímica a los rivales y en no dejar la concentración aparcada en el vestuario. “Los partidos no se ganan por el simple hecho de estar en el campo”, sentenció el miércoles.

Dos contras letales del Valencia —la segunda propiciada por un error de Varane, que no tuvo su noche, en una mala entrega de balón— en los primeros ocho minutos de partido noquearon a los blancos en Mestalla. Los tantos tuvieron gran incidencia en el marcador, pero no en el devenir del partido, porque la reacción fue inmediata. El Madrid recortó distancias antes del descanso y empezó la segunda parte con la línea defensiva a la altura del centro del campo.

Cuando le preguntaron a Voro, técnico del Valencia, cómo había vivido los últimos minutos de partido, contestó: “¡Querrás decir los últimos 90 minutos!”. La presión del equipo de Zidane, que atacaba con todo, fue tal que parecía que la remontada era cuestión de minutos. No sucedió. Las ocasiones (22 remates totales, 5 a puerta), como pasó otras veces, no se tradujeron en goles.

En cierto sentido volvió a verse el Madrid de mediados de septiembre, el de los tres empates seguidos en Liga, cuando pagaba muy caros los errores defensivos. Contra el Villarreal empezó perdiendo y no fue más allá del empate pese al bombardeo de remates (22 totales, 6 a puerta). Contra Las Palmas, tenía el partido controlado y no lo supo matar: se dejó remontar dos veces. Terminó el encuentro con 26 remates, 11 a puerta. Era un Madrid todavía en construcción, con bajas, que solía tener apagones de juego y regalar las primeras partes. En eso intentó trabajar Zidane.

Confesaba Casemiro en una entrevista en Onda Cero el pasado mes de octubre que el técnico francés les pide a los jugadores que salgan fuertes los primeros 15 minutos para poder luego gestionar bien el partido. El miércoles Zidane volvió a decir que la mejor virtud de los suyos es entrar bien a los partidos. “Aquí lo hicimos al revés y nuestras cosas buenas llegaron tarde. El partido lo perdimos en los primeros diez minutos”, explicó aduciendo falta de atención, concentración y de lucidez en el último pase. También se quejó de que las líneas no habían estado juntas. Ya había advertido el martes de que esta sería una semana crítica, con dos salidas complicadas. El Madrid, líder con un partido menos, no puede permitirse más errores.

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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