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Ana Lozano y Ana Peleteiro hallan en Guadalajara su centro de gravedad

La fondista y la triplista se superan en Belgrado, logran sus mejores marcas y se clasifican para la final de 3.000m y triple salto

Carlos Arribas
Peleteiro en acción en los Europeos en pista cubierta.
Peleteiro en acción en los Europeos en pista cubierta.M. Drobnjakovic (AP)

La mañana en Belgrado, donde, como en las ciudades de antes, huele por la noche a humo de leña quemada entrañable, podría ser la de la edad de oro del 400m masculino español, con los tres en semifinales tras carreras espectaculares, y la del pleno del 800m de hombres y mujeres, los cuatro en semifinales también, y podría ser también la de Nuria Fernández, de 40 años, quien al clasificarse para la final de 3.000m batió el récord del mundo de veteranas (8m 58,20s), pero si fue de alguien de Ana Peleteiro y de Ana Lozano, que llegan de Guadalajara para romper sus límites. Fue, así, la mañana de las grandes revelaciones.

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Casi cinco años después de sorprender al mundo con su mundial júnior en triple salto (14,17 metros saltó entonces, una barrera que después siempre le hizo sufrir), Peleteiro sorprendió a los descreídos, y a sí misma, con un salto de 14,20m, su mejor marca de siempre, en la clasificación para la final del sábado (17.50, Teledeporte). “Se ha abierto una puerta llena de luz que me está llamando”, dijo, mística, la saltadora gallega, que ha encontrado a los 21 años, tras una vida de búsqueda por Galicia, Madrid y Portugal su centro de gravedad ideal en Guadalajara, donde la entrena Iván Pedroso. “Sé lo que quiero y siempre lo supe, y ello me obligó a moverme y a gastar mucho, pero he hecho lo que tenía que hacer”.

Ana Lozano ha vuelto a Guadalajara, a su hogar, donde tan a gusto se encuentra, donde lo tiene todo, a los 26 años después de dos estudiando por media Europa, Holanda, Alemania, Montpellier, un master en biología evolutiva, horas y horas de laboratorio y entrenamientos en solitario, nocturnos, con un frontal en la cabeza por calles oscuras. “Otro mundo es posible (o eso quiero creer)”, es el lema que encabeza su Twitter, que guía, pues, su vida. Lo persigue estudiando (ahora, a distancia, un master en sostenibilidad y medio ambiente) y entrenando cada vez con más dedicación y seriedad. “Ahora eso es mi vida”, dice Lozano, que en tres carreras ha mejorado en 14s su mejor marca de 3.000m y con 8m 56,01s no solo rompió una barrera que la obsesionaba sino que también se clasificó espléndidamente, junto a Fernández, para la final de los 3.000m (domingo, a las 16.30). En la serie brilló magnífica su zancada larga y fluida, amplia y ligera, de gacela, y brilló más aún su decisión, su valentía para meter codo y atreverse a colarse donde antes pensaba que no cabía. “Ah, la zancada está bien que sea bonita”, dice, “pero es mejor que sea potente”.

Las dos atletas españolas que se adueñaron de la mañana de Belgrado, tanto Peleteiro como Lozano, coinciden también en que su nueva vida, su ascenso a los cielos de carrera, llega acompañada por un cambio de entrenador. Lozano entrenaba con Jesús Peinado porque era el único con un buen grupo en Guadalajara hasta que un día comprobó que no iba a ninguna parte y se pasó con Javier Cañadillas, un exatleta que siente lo que ella siente, dice. Los dos años de Erasmus Mundus le entrenó a distancia, una tarea casi imposible; desde otoño, desde su gran salto de calidad, la enseñanza es presencial. A la triplista gallega le llevó a Guadalajara la atracción de Iván Pedroso, el exsaltador cubano que entrena a los mejores del mundo. “Y él es el mejor entrenador mundo”, dice la atleta que ha alcanzado la felicidad. “A él le debo todo”. A Pedroso, Peleteiro, que se confiesa tozuda, le obedece en todo, lo que no hacía con sus anteriores técnicos. “Es que él es más tozudo que yo, aún”, dice. Con Pedroso ha perdido cinco kilos de grasa y se ha hecho más músculo, más saltadora, como si tuviera dos muelles en cada pierna, en cada tendón de Aquiles. Y con Pedroso se entrena junto a Yulimar Rojas, la venezolana subcampeona olímpica que salta más de 15 metros, al lado de la que se siente “ridícula, más pequeña, menos potente, solo igual de rápida”. “Pero esa es la motivación que necesito, intentar acercarme”, dice. “Y Pedroso me fuerza siempre a ello”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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