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Luis Enrique: “Nos han dado por todos lados”

El entrenador del Barcelona ha recuperado la mejor versión del equipo después de comunicar su adiós

Jordi Quixano
Luis Enrique se abraza con Sergi Roberto, autor del sexto gol del Barcelona.
Luis Enrique se abraza con Sergi Roberto, autor del sexto gol del Barcelona.Albert Gea (REUTERS)

Competitivo como es, a Luis Enrique le costó digerir la derrota en París al punto de que ofreció una rueda de prensa seca y hasta cierto punto con malas formas, sobre todo en una entrevista personal con TV3. “Es en caliente… No solo los jugadores tienen derecho a enfadarse, ¿no?”, justificaban desde el club. Desde entonces, el técnico del Barça moduló su enfado y con el paso de los días recuperó su sentido del humor socarrón, también su gallardía. “Si nos han hecho cuatro, nosotros podemos hacer seis”, convino en la previa del encuentro. “Dije seis porque un rival como el PSG te puede hacer uno”, resolvió anoche entre sorbo y sorbo de agua porque la deshidratación, al igual que los enfados, también se puede dar en los banquillos por la tensión. Y Luis Enrique llevaba un gran peso a cuestas.

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Desde el club sabían desde hacía tres semanas que Luis Enrique no continuaría en la entidad, pero decidieron respetar su voluntad de elegir el día para comunicarlo. En lo que asemeja una estrategia más que premeditada, decidió hacerlo oficial el día en el que el Barça se impuso con otra goleada al Sporting. Una revelación que en su momento sorprendió pero que con el paso del tiempo parece encajar. Por un lado, el equipo se bate con bravura porque no quiere ser una excusa ni el señalado en caso de derrota; por el otro, el técnico aseguró sentirse aliviado; y además, el Camp Nou ya no le discute –hubo tímidos silbidos ese mismo partido cuando la Grada de Animación le vitoreaba- sino que contempla con expectación el final de su obra porque ganó el triplete en el primer año y la Liga y la Copa en el segundo, además del Mundial de Clubes y la Supercopa Europea. “Desde la pretemporada he dicho que este equipo su objetivo es el triplete, todos los títulos que estén en competición”, resolvió anoche. Aunque no se olvidó de sus detractores. “Hemos pasado por el luto. Nos han dado por todos lados. Sobre todo a uno, porque aunque no os leo me entero de todo. Así que dedico el triunfo a todos los culers sin distinción pero sobre todo a los que creyeron en este equipo y nos han apoyado”, expuso.

Agotado mentalmente, reconoció Luis Enrique que le gustaría darse una farra, tomarse algún trago y estar con los suyos porque sufren por él. “Pero no puede ser”, admitió. Más que nada porque tiene otra vez el mismo trabajo que cuando empezó, sobreviviente de una Champions que ya se daba por terminada. “Era un partido en el que no teníamos nada que perder y sí a ganar. Eso con los cambios tácticos y la ambición y nivel del equipo…”, argumentó; “es una noche difícilmente explicable con palabras, una película de terror, no diría que ni de suspense”. Y se deshizo en elogios sobre la afición azulgrana, entregada de principio. “Creo que es el partido en el que ha habido mayor comunión entre jugador y afición”, se arrancó; “un Camp Nou como muy pocas he podido ver… Solo viví un partido con más tensión [el 5-4 de la Copa frente al Atlético]. Normalmente, la gente se va unos minutos antes de acabar el encuentro, pero es que ante el PSG no se han ido ni después del partido… Y el que lo haya hecho, se fastidia por perdérselo. Es épico porque las remontadas se hacen en los últimos cinco minutos”.

El gol de Sergi Roberto desbocó a Luis Enrique -como a todo el estadio- que se fundió en abrazos con sus ayudantes al tiempo que gritaba de emoción. “Este deporte es único, de chiflados”, admitió; “A Sergi Roberto pensaba ponerlo en la derecha, pero luego pensamos que mejor a Arda arriba porque tiene desborde. Y Sergi tiene llegada desde atrás, aunque los goles los perdió en juveniles. Siempre le bromeaba con ello”. Orgulloso, agregó: “Es una victoria de la fe. Hemos corrido infinidad de riesgos, no se pueden más. Y en la primera parte hacemos dos goles que no sabemos ni cómo. En ataque estábamos muy acelerados porque nos lo jugábamos todo… Es una victoria de fe”.

También de mérito porque son seis goles a un rival que agitó al Barça hasta el punto de que su técnico adelantó su adiós público –no así al club, tal y como se había comprometido al inicio de la temporada- y la orfandad próxima de un banquillo que lo gana casi todo. “Los hemos avasallado y hemos merecido ganar holgadamente”, convino el entrenador; “la pena es que quedan cuartos, semis y la final si pasamos. No sé si nos quedará energía, pero es un refuerzo bestial”.

Acabado el botellín de agua, Luis Enrique admitió la montaña rusa de pasiones provocadas por el duelo –“ha sido un chorro y un torrente de sentimientos. No soy mucho de emocionarme, no tengo esa facilidad, no me sale. Pero lo he disfrutado como el que más”, dijo- y sabe que no habrá otra como esta. “La Champions no te permite partidos malos. Otro como en el de París y los rivales te machacan”. Pero cerró: “Seguimos vivos”. Un triunfo así bien valía una taquicardia.

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