_
_
_
_
_

El Athletic resucita ante la Real Sociedad

Los donostiarras nunca reflejaron el potencial de su juego en un derbi que afrontó de forma timorata. El conjunto de Valverde se reencuentra en el lugar ideal

FOTO: Raúl García, en el centro, celebra su gol. / VÍDEO: Rueda de prensa.Foto: atlas | Vídeo: Javier Etxezarreta (EFE) / ATLAS

Hay goles que arrullan y goles que congelan. Y goles que te sacan del sopor. Y partidos que te despiertan. Y situaciones que te desesperan. Y que te sacan de la depresión. De todo, a suculentas dosis, hubo en el derbi vasco, salsa espesa, y en esa cocción lenta de los elementos consiguió el Athletic diluir a la Real hasta confundirla con el agua que azotaba Anoeta y dejaba ver el fútbol entre visillos, al contraluz gris marengo del mediodía guipuzcoano. Y el derbi se lo llevó el Athletic cuando nadie esperaba su visita, tan tímido como es cuando sale de su casa. Pero se soltó el pelo, no es que se desmelenase con un fútbol versátil ni en virtuosos desaforados, sino entendiendo mejor a la Real de lo que la Real entendió al Athletic.

A menudo se juzgan los derbis por la testosterona, por la necesidad anímica, más que deportiva, de ganar, por el prurito más que los puntitos, pero a final se ganan por la interpretación del juego. Y el Athletic leyó mejor la novela de la Real que la Real el discurso del Athletic. Quizás la Real Sociedad se sintió un best seller en el escaparate de una librería, porque su literatura futbolística y sus resultados le condenaban al éxito. Pero las páginas no se escriben solas. Ese ordenador pudiente aún no se ha inventado. Y el Athletic le embarulló las palabras. Le quitó el lapicero (o ea el balón), le taponó las metáforas (o sea las bandas) y le condenó a mancharse de tinta si quería llenar los folios del partido. Y la Real Sociedad con los laterales taponados (el caso de Yuri fue todo un ejemplo descentrado, atolondrado, rompiendo fueras de juego por desatención) y Vela perseguido por el sheriff Balenziaga como si se tratara de una película del oeste entre el marshall y el forajido, fue menos Real Sociedad, más rutinaria, más previsible.

El penalti de Xabi Prieto fue de libro y el gol de Raúl García (que a punto estuvo de evitar Rulli) tuvo ese efecto de congelación para el Athletic, de arrullo soporífero, en la misma medida que le despertó de la siesta del perro a la Real. La bofetada del penalti espoleó a la Real, más por ímpetu que por juego, como si solo entonces hubiera entendido que se estaba jugando más que un derbi su prestigio de posible candidato a la Champions League

Pero había perdido la primera batalla, la estratégica y la anímica. El Athletic con Williams de palomero intrigante, con Raúl García, de atento a las desatenciones rivales, y los laterales aplicados a la tarea de contención, le había desfigurado el rostro, tan reconocible, a la Real de Eusebio. Era el Athletic esperado frente a la Real inesperada. Un cabezazo de Juanmi bien respondido por Kepa, que volvía a la portería, fue su único argumento, algo inusual en un equipo que rodea al contrario y lo aflige por insistencia.

Perdonó el Athletic

Faltaba saber hasta donde quería llegar el Athletic de Bilbao y hasta donde era capaz de avanzar la Real más allá de las pulsaciones del corazón. El Athletic se contuvo, sostenido por Beñat y San José y la inteligencia de Muniain por retener el partido entre sus pies. Aún así corrió el riesgo de caer en la depresión de los despejes, de alejar el balón sin darse cuenta de que vuelve a la velocidad de un boomerang. Pero, lo imprevisible en el fútbol es un asunto de lo más previsible, Un juego que se basa más en el error que en el acierto, tiene que tenerlo en cuenta. Y lo cometió Odriozola en una fallada cesión a su portero, que Williams, una bala imparable, una gacela huyendo de un tigre, lo aprovechó para hacer el segundo gol y dictar sentencia.

Las dudas se convirtieron en confusión realista, atolondramiento, urgencia por ir más allá de a donde se podía ir. Y pudo marcar más veces el Athletic (Aduriz remató al poste) y llegaron Lekue y Williams con el viento de espalda. Y pudo marcar la Real Sociedad, de hecho marcó Raúl Navas un gol que el árbitro (impecable hasta entonces) anuló injustamente. Y cabeceó Íñigo Martínez al travesaño. La inevitable explosión de los partidos rotos donde puede pasar de todo pero acaba contando lo que ha sucedido antes. Resucitó el Athletic cuando más lo necesitaba y donde más quería. Europa se le vuelve a poner a tiro. Y falló la Real cuando menos lo esperaba y contra quien menos quería, y la Champions se le aleja un poco más. Los derbis están llenos de tópicos, pero manda el fútbol. Bajo la lluvia, el Athletic se cobijó con el paraguas de su oficio. Y a la Real Sociedad se le rompieron las varillas del paraguas y se quedó a la intemperie.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_