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Berizzo, el soñador y el sueño

El entrenador del Celta enfila la semifinal europea antes de dirimir su continuidad en el club, para el que demanda medios que le ayuden a crecer aún más

Berizzo, durante un partido del Celta.
Berizzo, durante un partido del Celta.JORGE GUERRERO (AFP)

Una pintada sobre un muro del Estadio El Teniente recuerda el paso de Eduardo Berizzo por Rancagua, localidad chilena 85 kilómetros al sur de Santiago. Allí se le retrata con el trofeo que identifica al club de la ciudad, el O’Higgins, como campeón del Apertura de 2013, un hito, el único título liguero de su historia. Al mural le acompaña una frase del técnico que les llevó a la cumbre, pronunciada justo al final del camino: “Hay un día en el que el soñador y el sueño se encuentran y ese día es hoy”. Berizzo no concede entrevistas a los medios de comunicación, pero cada una de sus comparecencias públicas tiene un valor enciclopédico. Didáctico, honesto en la crítica y el elogio, el entrenador del Celta ha conseguido aislar a sus futbolistas del ruido externo y llevarlos al encuentro de lo impensado. “Hace cuatro años estábamos en Segunda”, retrató Iago Aspas sobre el césped de Genk tras sellar el pase en la anterior eliminatoria de la Europa League.

Mural en el estadio de O´Higgins que recuerda el paso de Berizzo por el club.
Mural en el estadio de O´Higgins que recuerda el paso de Berizzo por el club.

El Celta está a las puertas de una final europea a pesar del ruido que rodea al club. Le puede el fútbol del equipo, su determinación para elevarse sobre inversores chinos, obras mejorables, techos que vuelan, disputas palaciegas entre alcalde y presidente y hasta el anuncio de que el equipo se irá a jugar a un municipio vecino, no se sabe cual. Se impone sobre tanta tramoya el sueño, el mayor de sus 93 años de historia, sin que se sepa siquiera si Berizzo, al que le gusta renovar año a año, va a seguir en el club tras el próximo 30 de junio. “Hablaremos de eso tras el mes de abril”, había anunciado durante la temporada. Deberá aguardar algo más, enfrascado como anda en buscarle las vueltas al Manchester United este jueves y edificar una ventaja que le lleve a la final de Estocolmo. “El sueño nos tiene que estimular a todos y la ciudad hace días que lo vive”, diagnostica Berizzo, entregado a sus futbolistas -“me han convencido de que podemos hacer algo grande”-, pero que al tiempo no se olvida de exigirles en público, de demandarles que no bajen la guardia. “Nuestro buen momento colectivo nos hizo distanciarnos del buen momento individual de cada uno. Tenemos que quitarnos ese velo”, explicó tras perder el pasado domingo frente al Athletic.

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Berizzo disecciona situaciones con singular cirugía y acostumbra a no fallar en el la elección del verbo preciso, sabe que dirige un plantel que no está confeccionado para pelear en tres frentes y sin embargo ha ido al encuentro de ese imposible. Otro sueño, quizás. Hay una ambición soterrada que justo ahora dejan entrever algunos jugadores. “Desde el principio hemos creído que podíamos llegar a la final”, explica el delantero John Guidetti. Y se larva una sensación de unidad, una creencia de que si el grupo se junta nada malo podrá suceder. Algunos de los futbolistas del equipo juegan juntos desde niños, del campo de tierra a desafiar al equipo más rico del mundo. Sin complejos. “Vamos a vivirlo juntos, a disfrutarlo unidos”, advierte Jonny, que tenía trece años cuando se puso la cruz de Santiago sobre el pecho.

“Este grupo ha crecido sin negociar su manera de jugar, siempre con la motivación impresa”, resume Ernesto Marcucci, uno de los ayudantes de Berizzo. Tras ellos hay una historia de amistad, superación y vocación. Ambos forjaron su amistad cuando el fútbol comenzaba a derivar de ilusión a profesión, pero solo Berizzo consiguió completar el paso. Marcucci tomó los libros, acabó los estudios de Derecho y empezó a ejercer como abogado. Nunca perdieron el contacto ni la pasión que les unía. Ya retirado, tras dar el paso a los banquillos y cuando ejercía como segundo de Marcelo Bielsa en la selección de Chile, Berizzo le enviaba grabaciones de partidos de la liga del país andino para que Marcucci los analizase y evaluase futbolistas. Cuando en febrero de 2011 a Berizzo le llamaron para dirigir a Estudiantes le planteó que cambiase de pleitos y Marcucci colgó la toga. Ocho meses después se fueron juntos a O´Higgins.

En realidad Berizzo también iba para abogado. Llegó a matricularse en la carrera, pero el fútbol le despistó de los libros. Luego la vida y su talento acabaron de llevarle tras el balón. Topó con Marcelo Bielsa, del que se embebió para desarrollar su propio ideario. “Fui un afortunado porque conocí el laboratorio de sus ideas”, describe. En Vigo se siente lleno, pero anhela un proyecto que no se detenga, por alto que haya llegado. “Vamos a centrarnos en los partidos –apunta- pero mis intenciones son las de seguir en el Celta si escucho lo que necesito escuchar en lo deportivo y lo contractual. Tiene la prioridad absoluta sin comparar con otros equipos ni priorizar el dinero”. El desafío del Manchester United, de resonar en Europa, marca un punto de inflexión en un club que además ha limpiado toda su deuda. Berizzo va a más, sus jugadores también. Ahora, alerta, le toca a la entidad: “Quiero mi puesto de trabajo, pero más quiero que el Celta siga creciendo, cuando llegué dije que yo necesitaba más al Celta que el Celta a mí. Ahora quizás le empaté. Todos imaginamos hacer un equipo mejor”.

En Rancagua, Berizzo buscó un sueño y tras encontrarlo partió en busca de otro. El Celta debe decidir ahora si la historia se repite o le ofrece argumentos para buscar el siguiente sin salir de Vigo.

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