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Pellegrino: “Si no hubiera sido por el fútbol, yo no habría salido de mi pueblo”

El entrenador del Alavés reflexiona sobre su visión del juego, los grandes cambios tácticos de las últimas décadas y el planteamiento de la final ante el Barcelona

Mauricio Pellegrino, el jueves en el entrenamiento del Alavés. Vídeo: Pellegrino habla en rueda de prensa.Foto: atlas | Vídeo: L.RICO EL PAÍS / ATLAS
Diego Torres

Mauricio Pellegrino (Argentina, 1971) había ganado una Copa Intercontinental con Vélez Sarsfield y una Liga con el Barça cuando regresó a Leones, su pueblo, en medio de la pampa, y un día descubrió con amargura que los cuys, los conejillos silvestres, habían desaparecido. “¡Cuando era chico el campo estaba lleno!”, lamentó, y por su cabeza se cruzó la idea de que Monsanto, la multinacional de los agroquímicos, era la culpable de transformar la estepa impredecible en un aséptico jardín regular.

El mundo cambió. El fútbol cambió. Pero el entrenador del Alavés sigue observándolo todo con la mirada de los cazadores compasivos, más conservacionista que conservador, un punto melancólico ante la evidencia de alteraciones inevitables. Mañana (21.30, Telecinco) le espera el Barcelona en el Vicente Calderón para disputar la primera final de Copa en la historia del club.

El Barcelona, el equipo que revolucionó el fútbol en el siglo XXI, presenta un desafío colosal. Pellegrino lo examina con perspectiva: hoy cualquier equipo puede replicar a los grandes con problemas impensables hace 20 años.

“En el último Mundial”, indica, “recuerdo que vi a Brasil y el comentarista dijo: ‘Brasil no tiene capacidad en ataque’. Vi a Holanda y el comentarista dijo: ‘No tiene capacidad ni calidad para doblegar al rival’. Miro a España que quedó eliminado y dijeron: ‘España no tiene calidad’. Miro a Argentina y lo mismo: ‘No le alcanza…’. ¿No será que es difícil encontrar espacios cuando atacas a diez tipos metidos atrás, bien organizados, que te obligan a pensar en una décima de segundo? Eso es lo más difícil que hay en el fútbol moderno. Tener precisión en velocidad para encontrar esos espacios. Por eso los jugadores que se pueden mover en espacios cortos, o que tienen pensada la jugada antes de recibir, pasan de valer cinco a 30 millones. Lo más difícil es trabajar el ataque”.

“El mismo paquete”

Casi tres décadas después de debutar como futbolista profesional con Vélez Sarsfield, en 1990, el técnico descubre que el salto evolutivo que impulsó el Barça también complicó abruptamente la preparación de los partidos. “¡Sin duda!”, reconoce. “Que un equipo pueda atacar con conexión, tener asentados movimientos de ataque con fluidez y con cierta armonía, es lo más difícil de trabajar”.

Messi, Iniesta y Neymar son el trío más dotado del mundo para jugar en este laberinto. Pellegrino no tendrá más remedio que intentar trasladarles el gran problema del fútbol contemporáneo juntando líneas al máximo. No será la primera vez. El Alavés ya se defendió en 15 metros cuando visitó el Camp Nou en septiembre y obtuvo una victoria asombrosa (1-2). Pero el técnico advierte de que, en ese plan, también es imprescindible trabajar las posesiones. “Para ganarle al Barça necesitas hacer muchísimas cosas bien, no solo achicar los espacios”, dice. “Lo vimos en la vuelta de los cuartos de final de Champions. La Juve salió muy agresiva a presionar arriba; y a los 20 minutos los 11 se vieron metidos atrás en 15 metros porque el Barça te va sometiendo. A veces no te alcanza solamente con defender. Necesitas generar situaciones. Entre ganar 0-1 y perder 3-0 contra el Barça hay un milímetro. En el mismo partido que ganamos en el Camp Nou nos pudieron meter cuatro”.

La idea de la confusión entre el éxito y el fracaso es una de las obsesiones de Pellegrino. “La experiencia te va enseñando que los buenos y los malos resultados están todos en el mismo paquete”, dice. “Nuestros defectos se convierten en virtudes y nuestras virtudes en defectos. Si eres tranquilo y ganas dicen: ‘El equipo anda bien porque el entrenador es tranquilo’. Si pierdes dicen: ‘Con la tranquilidad que tiene este tipo no puede despertar al equipo’. Si gritas mucho dicen: ‘El equipo está conectado por cómo grita el técnico’. Si el equipo pierde dicen: ‘¡Cómo va a andar bien con los gritos que le pega el técnico! ¡Nunca están tranquilos!’. El rasgo de una persona se pone a favor o en contra según cómo lo quieras ver. A todas las personas podemos verlas como a príncipes o a sapos: a cada jugador, a cada entrenador, a tu esposa, a tu hijo...”.

“La mirada sobre el fútbol también está dividida”, lamenta. “Se dice ‘este equipo quiere el balón’ o ‘este no quiere el balón’. Te posicionas de un lado o del otro. Se establece que un equipo está bien porque quiere el balón y otro que no porque no lo quiere. ¡Cuando tener el balón y no tenerlo es parte de la misma cosa!”.

“¿Pero qué equipo no quiere la pelota?”, plantea. “Un partido es como un baile de dos personas. Si el otro te pisa no puedes levantar los talones. La competición es de 22 no de 11. Pero nuestra mirada es sobre 11. Cuando uno enfrenta dos fuerzas una se impone. Pero no conozco ningún equipo que no quiera el balón. Todos lo trabajan. Los equipos que vienen de ascender conviven más tiempo sin el balón que con el balón porque te confrontas con fuerzas mayores que te van pisoteando. Hay equipos que se sienten más fuertes con el balón y otros que no. Esto es muy diferente de querer o no querer el balón”.

Solo con el tiempo se revela que tras el manto de incredulidad, Pellegrino esconde un optimismo resistente. “El fútbol te permite algo magnífico”, dice. “Si no hubiese sido por el fútbol habría sido imposible que yo saliera de mi pueblo para jugar hoy una final de Copa del Rey. Es un viaje que hacemos todos los jugadores...”.

Hace una pausa y le asalta el recuerdo de alguien que admira: “Nacho [el central del Madrid] es diabético: su espíritu para ser deportista lo ayuda en su lucha diaria. El fútbol te refuerza. Este deporte inculca valores que son inversos a la corriente de la sociedad actual: que cada uno salve su culo. Este deporte va hacia el otro lado: a reforzar el sentimiento de equipo, a ser parte de algo superior a uno mismo”.

La Copa del Rey es algo grande. Pero Mauricio Pellegrino no olvida los detalles más aparentemente modestos del paisaje cambiante. Que vivan los cuys.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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