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España conquista el oro del Eurobasket femenino

Francia sucumbe a la intensidad de un equipo legendario que logra su quinta medalla consecutiva y recupera el trono continental. Alba Torrens y Sancho Lyttle marcan la diferencia (71-55)

Faustino Sáez
Las jugadoras españolas celebran el oro
Las jugadoras españolas celebran el oroMICHAL CIZEK (AFP)

La pasión de España no tiene límites ni antídoto. La selección femenina superó con contundencia a la rocosa Francia y conquistó su tercer Eurobasket tras los de 1993 y 2013. El oro de Praga ya es la 12ª medalla en 54 años de historia, la octava en los nueve últimos Europeos y la quinta consecutiva en todas las competiciones. Un recorrido memorable de un equipo legendario que ha construido su identidad apostando por su diferencia. Talentosas, entusiastas, abnegadas, solidarias y valientes, las jugadoras de Mondelo volvieron a derretir a un rival más robusto a base de corazón. Un corazón de oro puro. Con Alba Torrens como estilete (MVP con 18 puntos, su media en el torneo) y Sancho Lyttle como pilar (19 puntos y ocho rebotes), la final no se resolvió en las alturas sino por paciencia e intensidad y sacrificio. Ahí España resultó una vez más inabarcable.

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El duelo por el oro era la reedición de la final de 2013 en Orchies y de la semifinal de 2015 en Budapest. En la primera ocasión, Alba Torrens y la entonces MVP, Sancho Lyttle, silenciaron La Marsellesa a base de academicismo y permitieron a las capitanas Amaya Valdemoro y Elisa Aguilar retirarse con el oro al cuello. En la segunda, las jugadoras de Mondelo se estrellaron contra la contundencia física del equipo galo y de sus pívots, Sandrine Gruda e Isabelle Yacoubou. Dos filosofías de vida. Dos maneras de llegar a las medallas. Repetían en el roster las dos referentes españolas, pero ya no estaban las dos torres francesas; ahora se llamaban Helena Ciak (1,97m) y Diandra Tchatchouang (1,90). El plan de España para recuperar el trono continental fue el mismo. Sus posibilidades de victoria pasaban por correr para desgastar a su fornido rival, por fomentar la agitación para estresar al metódico rodillo francés, por eludir el choque para que la gracilidad triunfara sobre el músculo. Así se agigantó la figura de Torrens con siete puntos en los primeros cuatro minutos con los que la selección espantó los nervios de la cita. Nadie pudo pararlas.

Con el ideario de defensa, rebote y contraataque, España ganó la pelea de la puesta en escena y el partido entero. Pletórica, febril e iluminada, Torrens remató el primer cuarto con un triple desde ocho metros que desató el optimismo en el equipo de Mondelo y la precipitación en las filas galas. Francia se agarraba a su poderío físico bajo los aros, pero la selección española siempre manejó el libro de instrucciones de la final. Aplicadas y voraces en defensa, solidarias en ataque y vibrantes a pista completa, las subcampeonas olímpicas y mundiales se lanzaron a por el oro continental con una pasión indomable.

Dumerc tardó en encontrar la brújula y Francia se adentró en la espesura y el desasosiego mientras España hacía camino (32-20, m. 15). La capitana y piedra filosofal del conjunto francés anotó cinco puntos consecutivos que atajaron el primer demarraje del conjunto de Mondelo, pero la selección no perdió la paciencia y el muro galo cayó por demolición. Lyttle y Nicholls repitieron el magistral despliegue defensivo con el que anularon a las belgas Meesseman y Wauters en semifinales y Silvia Domínguez gestionó con brillantez los minutos previos al viaje a vestuarios. Una canasta a aro pasado de la base de Montgat llevó a las de Valérie Garnier a la silla de pensar. No salieron del túnel.

A la vuelta de la caseta fue España la que redobló su apuesta. Torrens retomó su faena y Domínguez sacó la cuarta falta personal a Ciak en pleno despegue de las españolas (47-32, m. 25). El paso de los minutos resultó un lastre psicológico para la rotación francesa, desquiciada por Garnier en su constante e improductiva búsqueda de soluciones. La diferencia creció hasta superar la frontera de los 20 puntos (69-46, tras un triple de Lyttle). No tiene kriptonita esta España que juega con alma cada minuto y ha construido su leyenda con la humildad de quien conoce lo que cuesta la gloria. Los oros de Perugia en 1993 y de Orchies en 2013 ya tienen relevo. El Mundial de España de 2018 es el mejor horizonte para seguir cincelando la leyenda de unas mujeres gigantes en ambición.

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Sobre la firma

Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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