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TENIS | WIMBLEDON
Columna
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La pasión es la heredera

Los nuevos códigos de una sociedad más dispuesta a colmar todas las necesidades, combinados con el impulso de las nuevas tecnologías, han derivado en unos jóvenes menos inclinados a perseverar

Toni Nadal
Mischa Zverev sirve durante el partido contra Federer en la central.
Mischa Zverev sirve durante el partido contra Federer en la central.NIC BOTHMA (EFE)

Los artículos de estos días sobre la longevidad de los tenistas actuales han dado pie a debates al respecto en el vestuario. Ha habido disparidad de opiniones acerca de cuál ha sido la razón, pero lo que más he escuchado, sobre todo de fisioterapeutas, entrenadores y equipo en general, es que el factor determinante han sido los cuidados que hemos dispensado al jugador.

Esta opinión responde, según mi deducción, a una sobrevaloración natural que solemos tener de nuestras propias aportaciones. Evidentemente que se han derivado unos beneficios que han mejorado el rendimiento físico del deportista, pero no creo que hayan sido el factor determinante.

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El primer hecho decisivo ha sido un cambio de mentalidad, según el cual los jugadores han dejado de sentirse mayores al rondar los treinta. Cuando nosotros llegamos al circuito, muchos tenistas con 28 o 29 años, Carlos Moyà entre ellos, te comentaban que ya estaban en el ocaso de su carrera y prestos a terminarla. Los tenistas actuales han decidido, en cambio, que quieren seguir compitiendo alentados, por una parte, por el juego actual basado en un buen saque, un buen resto e intercambios cortos que han cambiado la exigencia física; y por otra, por la falta de un grupo de jóvenes dispuestos a desbancarles de su puesto.

¿Por qué razón lo que siempre fue natural, que la nueva generación sustituyera a su antecesora, ahora parece encontrar más dificultades para hacerlo?

Yo creo que los nuevos códigos de una sociedad más dispuesta a colmar todas las necesidades, combinados con el impulso de las nuevas tecnologías, han derivado en unos jóvenes menos inclinados a apasionarse, a perseverar y con muy poca capacidad de concentración. La inmediatez en la que vivimos actualmente conlleva un bienestar y una dispersión que van en detrimento de la exigencia constante, la superación de la adversidad y la ilusión por lo no conseguido.

Este curso vigente he vuelto a trabajar con jóvenes en formación en la Rafa Nadal Academy después de muchos años de no hacerlo y me ha llamado la atención, precisamente, lo rápido que se frustran hoy en día los chavales cuando se tuercen un poco las cosas.

No quiero caer en el mito de pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero ahora los chicos están menos dispuestos a darse oportunidades y esta es, sin duda, la base sin la cual la tenacidad se convierte en desilusión primero y en dejadez, después. Tiendo a pensar que la hornada actual de jóvenes tenistas son, con las pertinentes excepciones, los herederos de estos nuevos códigos. Tienen las herramientas, tienen todos los golpes, tienen la velocidad y la agresividad, pero tienen que aprender aún que solo la pasión, la exigencia persistente y el querer hacerlo les llevará a ocupar su sitio.

El día que se decidan a amar el tenis con todas sus consecuencias jubilarán a los amos actuales de este deporte.

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