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Müller torpedea a Nadal en Wimbledon

El luxemburgués elimina al español en el pulso más kilométrico de esta edición, tras un último set de más de dos horas: 6-3, 6-4, 3-6, 4-6 y 15-13, tras 4h 48m. Se medirá en cuartos a Cilic (triple 6-2 a Bautista)

Alejandro Ciriza
Nadal se lamenta en un instante del partido contra Müller.
Nadal se lamenta en un instante del partido contra Müller.Clive Brunskill (Getty)

Después de un desenlace kilométrico, prolongado porque ninguno de los dos cedía, Gilles Müller apeó a Rafael Nadal en los octavos de final de Wimbledon. El luxemburgués, que ya había derrotado al español en Londres 12 años atrás, en 2005, impuso su contundencia e interrumpió la secuencia triunfal del español, que aterrizó en el pulso habiendo ganado los 28 últimos sets en los Grand Slams. El 6-3, 6-4, 3-6, 4-6 y 15-13 se prolongó durante 4h 48m y se convirtió en el choque más largo del torneo –también el más largo que ha jugado nunca Nadal en Londres, junto a la final de 2008 con Roger Federer–, conduciendo a Müller hacia un cruce con Marin Cilic, que derrotó a Roberto Bautista: triple 6-2.

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En la pista 1, cuando las nubes ya le ponían impedimentos al sol que castigó por la mañana, se filtraban esporádicamente unas rachas de viento que presagiaban una tarde difícil. Allí, Nadal no se encontró nada que no esperase. Enfrente, un pegador de oficio y con las ideas muy claras. El veterano Müller jugó de frente, sin ningún as escondido en la manga, con un patrón de juego muy definido y sin complejo alguno. Imperturbable en todo momento. Bajo esa visera ladeada y detrás de esa mirada neutra, casi inánime, un ideario clarísimo: la vía recta como destino hacia la victoria, o en caso contrario hacia una caída digna.

Ser uno mismo, a pesar de todo. La esencia de los cañoneros. Zambombazo tras zambombazo, con el cortado como aderezo y la volea habitualmente en la rúbrica. Puro Wimbledon. ¿Qué hacer algo ante una situación así? Cavilaba Nadal de un lado a otro de la línea de fondo. ¡Pum! Ace de Müller. ¡Pum! Ace de Müller. ¡Pum! Ace de Müller… ¿Qué hacer si el luxemburgués, de 34 años, no deja de clavar servicios y ensanchar la pista hasta el extremo, hasta el punto de que ni siquiera las prodigiosas piernas de Nadal pueden dar caza a esos pelotazos angulados? ¿Cómo detener el vendaval y encontrar aliento?

Para el español, el partido se tradujo en un ejercicio de fe. En una cuestión de paciencia y de saber esperar el momento. En teoría, Müller (1,93, y 89 kilos) tenía que dar algún paso en falso; en teoría. En la práctica, el luxemburgués, que hasta este año no tenía título alguno en su ficha –ahora tiene dos, Sidney y s-Hertogenbosch–, se desenvolvió como si estuviera en el patio de su casa. Sacó el martillo y castigó sin un ápice de nerviosismo; ni rastro del mal de altura que aparece cuando un tenista de perfil intermedio como él, 26 del mundo, se posiciona ante una de esas victorias que quedan para siempre.

Frente a una dinámica aleatoria

Müller volea durante el partido frente a Nadal en la pista 1.
Müller volea durante el partido frente a Nadal en la pista 1.Clive Brunskill (Getty)

Fue un tormento continuo. Cada saque, un penalti, un examen de intuición, de poner la raqueta, aguantar el empellón de la bola y cruzar los dedos para que no le quedase a Müller demasiado franca en la siguiente acción. Harto complicado. La pelota salía despedida como un proyectil amarillo. Someten los jugadores como él a la dinámica aleatoria que desagrada a Nadal, que al sexto juego no pudo contener más el empuje y cedió por primera vez el servicio. Entonces, set abajo, algo que no experimentaba en un Grand Slam desde que Roger Federer se adelantase en la última final de Melbourne.

En la continuación todo siguió igual. Müller a la iniciativa y Nadal reculando, poniendo el escudo a la espera de obtener algún rédito que no llegaba. El luxemburgués armaba su brazo izquierdo y no aflojaba, pero en ningún momento Nadal cayó en la desesperación, que al fin y al cabo hubiese sido la reacción natural ante un escenario tan ingrato y exasperante. Ni siquiera se derrumbó el balear cuando perdió el segundo parcial, con 2-0 abajo y una odisea por delante si quería mantener la inercia ganadora de esta temporada, la de su resurgir. No se rindió Nadal y después de hora y media llegó su momento.

La grada inglesa empuja a Nadal

Nadal celebra un punto durante el pulso de octavos.
Nadal celebra un punto durante el pulso de octavos.David Ramos (Getty)

Müller (30 aces y 95 winners al final) perdió un grado de efervescencia, se relajó con el saque y el del español cogió filo. El mallorquín ganó un par de metros y la grada inglesa se animó, porque quería guerra, tenía ganas de marcha y de ver otra vez a Nadal haciendo algo grande, así que le arropó y se reenganchó a un pulso que parecía muerto. La insurgencia del número dos se plasmó en una rotura (para 3-1) y la esperanza llegó. Tarde, pero llegó.

El choque se extendió exactamente lo mismo que la final de 2008 contra Federer

Nadal, brincando y elevando el puño, diciendo aquí estoy yo, Rafael Nadal, y no desisto nunca, por muy feas que hayan podido ponerse las cosas. No, bajo ningún concepto. Resiliencia absoluta, Nadal en estado puro. ¿Asedio? Lo afronto, como nadie probablemente. Break certero para 3-2, en el momento oportuno; set, equilibrio, vuelta a empezar. Y, ahora sí, Müller con un millón de dudas. Su cara ya no era de piedra y lo que antes era de color de rosa pintaba ahora negro, porque Nadal reclamaba paso.

El último set fue un debate permanente, con los dos muy firmes y sin dar un paso a un lado. Se estiró durante 2h 15m y a Müller le costó cerrarlo. No lo hizo hasta la quinta bola de partido, pero al final derribó a Nadal, cuyo partido más longevo apunta a la final de Australia 2012 contra Novak Djokovic (5h 53m, la final más larga de un grande). En Londres, mientras, el tope lo fijaba el careo de 2008 con Federer, resulto también en 4h 48m. Aquella noche Nadal sonrió, pero esta vez, de nuevo en la pista 1, lo hizo Müller. El Torpedo Müller.

“CASI SIEMPRE JUEGAN LOS MISMOS EN LA CENTRAL”

La grandeza no solo se forja en las victorias, sino también en las derrotas. Y ayer, Nadal demostró otra vez su fair play y esperó a Müller a la hora de abandonar la pista como señal de reconocimiento. Después, en la sala de conferencias, al español se le veía dolido porque, según dijo, "aunque he ganado partidos creo que estaba preparado para hacer cosas importantes".

Respecto al desarrollo del partido, manifestó: "Es difícil jugar contra alguien que no te da mucho ritmo. Si no hubiera encajado ese break en el primer set la situación hubiera sido completamente diferente. No era fácil remontar y logré igualar. Pero en la red cometí errores. En el fondo yo era mejor, pero él subió mucho. Tuve mis opciones, pero él estuvo por delante bastantes veces cuando yo sacaba. Tuve actitud".

Nadal continuó con el análisis: "La sensación que tengo es que él hizo cosas bien y yo también. Pero en hierba hay que estar bien durante todo el set. Si cometes un error estás fuera. Y eso es lo que hice yo en los dos primeros sets. Remontar ante un jugador como él es difícil. En el quinto me he equivocado unas cuantas veces con break points. Ahí ha sido un poco mejor que yo".

Pensando ya en reponer pilas y diseñar su regreso al cemento americano, Nadal deslizó una queja justo antes de concluir su comparecencia. "Me gusta más jugar en la central. Es lo que es... Aquí casi siempre juegan los mismo en la central, es una realidad. En otros torneos hay un poquito más de...".

"Aquí hay unos cuantos que hemos ganado mucho en nuestra carrera y tenemos detrás una historia importante. Un torneo que quiere ser tan especial y tradicional como Wimbledon debería repartir el número de partidos en la central y que no jueguen siempre los mismos".

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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