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JUEGOS OLÍMPICOS DE INVIERNO

De la tragedia al éxtasis

Canadá remonta todos los problemas y gana sus Juegos con récord de títulos y la gran traca final del hockey sobre hielo

La apuesta de Canadá era ya arriesgada en tiempos de crisis y se complicó aún más con el mal tiempo y los fallos de organización. Hasta se traspasó el límite con la muerte del georgiano Nodar Kumaritashvili en luge. Pero al final, el país organizador salvó sus Juegos sobradamente. Ganó el mayor número de títulos, 14, incluído el más preciado del hockey sobre hielo, y batió el récord histórico. Nunca antes lo había conseguido un país en una sola edición. Es lo que se recordará. España organizó un magnífico Mundial 82 de fútbol, pero lo que quedó fue un fracaso deportivo. Los Juegos de Barcelona 92 unieron todo. A Vancouver le han bastado los oros, y especialmente el último, el del deporte nacional. El éxtasis definitivo con el triunfo, además, sobre su gran rival, el vecino Estados Unidos.

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Grande hasta en la despedida

Una mayoría del país ya consideraba que los Juegos eran un éxito con las medallas, pero aún una encuesta hecha la última semana señalaba que uno de cada tres ciudadanos opinaban que sería un fracaso si no ganaban el hockey, su religión. Y hasta eso lograron con la máxima emoción de una "muerte súbita" en la prórroga.

El partido fue trepidante, uno más, pero en la cumbre, entre compañeros y rivales, todos mezclados, de clubes de la NHL, la liga profesional norteamericana. Canadá, pese a la gran igualdad, siempre pareció un escalón por encima. Pero tuvo que sufrir. Se tomó la revancha de la derrota por 5-3 en la primera fase y dejó a Estados Unidos una vez más sin el oro olímpico. Por sexta vez en sus siete finales comunes, la última en Salt Lake City 2002. Sólo ganó la de Squaw Valley, en 1960.

Estados Unidos vendió cara su derrota en un juego de toma y daca espectacular. Incluso tuvo nada más empezar dos ocasiones de marcar por sólo una de los anfitriones. Pero estos lograron el primer gol a la segunda oportunidad. Antes, su portero Luongo, el ídolo que milita en los Vancouver Canucks, salvó milagrosamente los muebles al quedar el "puck" tras él a escasos centímetros de la línea después de rechazar un disparo.

Pero Canadá era el ganador. Fue a los 12m 50s. Una de las presiones canadiense sobre la defensa rival dio el primer fruto. Tras robar la pastilla cerca de la esquina derecha de la portería, Toews, uno de los tres jugadores canadienses de los Chicago Blackhawks, acabó la jugada con un tiro cruzado. El magnífico portero estadounidense Ryan Miller, de los Buffalo Sabres, no pudo interceptar la bala que entró por una escuadra. El Canadá Hockey Place estalló todavía más.

Después, pese a no aprovechar dos superioridades numéricas por expulsiones temporales, los anfitriones dieron otro paso hacía el título. Fue a los 7m 13s del segundo periodo. Un magnífico contraataque llevado por Getzlag, de los Annaheim Ducks, lo desvió atrás un defensa y su compañero de club Perry puso el 2-0.

Canadá estaba lanzada, pero aún no había nada decidido. Resistió a su vez dos inferioridades numéricas, pero a los 12m 44s el magnífico Luongo, que llevaba 19 tiros salvados no pudo con el vigésimo. Fue un tiro lejano de Kane, otro "blackhawk", que desvió Ryan Kessler (para mayor ironía compañero de Luongo en los Canucks), y lo despistó. Tocó el "puck", que se elevó y cayó tras él a la red. El 2-1 puso aún más emoción al gran choque.

En el resto del periodo y casi todo el tercero y último, hubo múltiples ocasiones, pero Luongo fue una muralla. El partido terminó con 35 disparos a puerta por cada bando. Mayor igualdad, imposible. Pero ya la gran estrella canadiense, Sidney Crosby, perdió la mejor a falta de tres minutos para sentenciar. Se fue solo hasta Miller, pero se le adelantó la pastilla al ir a rematar y su fallo lo pagó caro su equipo.

Estados Unidos quitó a su portero a falta de sólo 1m 16s para poner otro jugador de campo en la táctica habitual desesesperada en busca del empate y la prórroga. Aunque siempre entraña el riesgo de tener la portería vacía, esta vez le salió bien la presión. Un tiro de Kane rebotó en Langenbrunner, de los New Jersey Devils, Luongo no pudo retener la pastilla y Parise, otro "devil", logró el empate.

La desilusión planeó por el pabellón y por toda Canadá. Quedaba una prórroga de 20 minutos, a "muerte súbita" al primer gol marcado. El peligro total. Pero justamente Crosby fue el héroe. Se tomó su pequeña revancha del fallo anterior y de todas las revanchas. Marcó a los 7m 40s y la fiesta fue ya absoluta.

Crosby, el héroe

En el resto del periodo y casi todo el tercero y último, hubo múltiples ocasiones, pero Luongo fue una muralla. El partido terminó con 35 disparos a puerta por cada bando. Mayor igualdad, imposible. Pero ya la gran estrella canadiense, Sidney Crosby, el hombre de los nueve millones de dólares, sus ganancias en la NHL, perdió la mejor oportunidad a falta de tres minutos para sentenciar. Se fue solo hasta Miller, pero se le adelantó la pastilla al ir a rematar y su fallo lo pagó caro su equipo. Por un tiempo.

Estados Unidos quitó a su portero a falta de sólo 1m 16s para poner otro jugador de campo en la táctica habitual desesesperada en busca del empate y la prórroga. Ello siempre entraña el riesgo de tener la portería vacía, pero esta vez le salió bien la presión. Un tiro de Kane rebotó en Langenbrunner, de los New Jersey Devils, Luongo no pudo retener la pastilla y Parise, otro "devil", logró el empate.

La desilusión planeó por el pabellón y por toda Canadá. Nunca se había parado el país tanto desde la "serie en la cumbre" de encuentros contra la URSS en 1972. Quedaba una prórroga de 20 minutos, a "muerte súbita", al primer gol marcado. El peligro total.

Pero justamente Crosby fue el héroe. Se tomó su pequeña revancha del fallo anterior y de todas las revanchas. Puso a un país en la gloria. Marcó a los 7m 40s y la fiesta fue ya absoluta.

Plan ganador

A Canadá le ha dado resultado el plan de cinco años para la preparación de sus deportistas llamado "Los podios para nosotros". Rentabilidad plena a los cerca de 100 millones de euros invertidos. Patinajes y nuevas modalidades fueron su gran baza, aunque sumó menos medallas totales que los otros dos grandes. Alemania, siempre constante, y Estados Unidos, una versión mejorada como si jugara en casa. Alternó la mayor cosecha de podios entre la modernidad y los deportes clásicos, aunque su estrella Lindsey Vonn decepcionó con un solo oro, el mismo que se llevó Bode Miller en la despedida. Noruega, cuarta en discordia, la más laureada de la historia, sacó del esquí de fondo los reyes de los Juegos. La reina, sobre todo, Marit Bjoergen con sus cinco medallas, tres de oro, y Peter Northug, heredero ya seguro del legendario Bjorn Daehlie (12 medallas, ocho de oro, récord invernal). Ganó al sprint ayer el maratón de 50 kilómetros y sumó su cuarta medalla, segunda de oro.

Los jugadores de la selección canadiense de hockey celebran la victoria ante EE UU y la obtención del oro en el deporte rey en su país.
Los jugadores de la selección canadiense de hockey celebran la victoria ante EE UU y la obtención del oro en el deporte rey en su país.EFE
Los deportistas canadienses saludan a los miles de asistentes al evento.
Los deportistas canadienses saludan a los miles de asistentes al evento.AP

España, otra vez de vacío

Rusia, marcada por el dopaje, fue la gran decepción. Como España, mucho peor, una vez más. Sin dopaje, pero sin nivel. "Me ha servido de experiencia", dijo Laura Orgue tras ser 37ª en los 30 kilómetros el sábado. Fue la abanderada española en la ceremonia de clausura, porque en los 15 acabó 27ª , el mejor puesto femenino de la historia. La eterna cantinela. Aprender, pero nunca aprobar. Ayer, Vicenç Vilarrubla, 40º y Diego Ruiz 44º, de 48 clasificados. Javier Gutiérrez fue uno de los cinco retirados (su hermano Juan Jesús, al menos fue 17º en 2002).

Puestos discretos y hasta últimos, como la biatleta Victoria Padial. Un bochorno. Juan Francisco de la Bodega y Cuadra, un marino español nacido en el virreinato de Perú, que llegó a las futuras tierras olímpicas a finales del siglo XVIII, incluso antes que el británico George Vancouver, tampoco escribió una historia deslumbrante pese a su gesta. España negoció mal hasta eso y apenas quedó rastro de su paso. Más de 200 años después, ha ocurrido lo mismo.

Un grupo de matemáticos de la Universidad rey Juan Carlos hizo un pronóstico sobre el medallero en los Juegos basado en triunfos anteriores y factores socioeconómicos. Acertó de pleno con los grandes y en que España se iría de vacío. Los milagros son muy raros. Hasta Queralt Castellet tuvo la mala suerte al sufrir una conmoción cuando podía luchar por el único podio en el Half-pipe del snowboard. Sólo Javier Fernández, magnífico 14º en el patinaje artístico, demostró que la creación de una federación de hielo ha dado resultados en cuanto se ha separado de la espesa e inútil nieve eterna.

Hasta María José Rienda, inválida por sus lesiones, hizo de principiante excusionista en su despedida. El secretario de Estado, Jaime Lissavetzky, calificó diplomáticamente de "gris", la actuación española e hizo hincapié en la diferencia con los "grandes avances" en otros deportes. "Vamos a revisar los planes de trabajo", dijo. No es la primera vez. Al fondo quedan las aspiraciones de Zaragoza y Barcelona por ser sedes. Con este nivel es una quimera.

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