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Crónica:La crisis azulgrana | FÚTBOL
Crónica
Texto informativo con interpretación

"He vivido once situaciones así y aquí estoy"

El presidente del Barça, Joan Gaspart, se aferra al cargo después de que Van Gaal deje el club tras rebajar su finiquito

Àngels Piñol

Ante los disparos de los fotógrafos, Joan Gaspart despidió a Louis van Gaal con un medio abrazo esquivado por el técnico y la mirada perdida, indiferente, clavada en la pared. El holandés, derrotado, despareció del estrado con el rostro enrojecido, casi llorando. La escena retrató dos formas opuestas de vivir, entender y colaborar con el club. El técnico decidió en la noche del lunes renunciar a su cargo por "el bien del Barça, que está por encima de las personas". Justo lo contrario de Gaspart, que dejó claro que no piensa dimitir además de presumir de que no es de los que abandonan el barco. "No es el día de hablar de eso. Pero ya he vivido como directivo once situaciones así y estoy aquí", avisó. "Y los viejos de la sala lo deben recordar".

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El holandés no permitió que el morbo durara ni 24 horas en el Camp Nou. La situación era un esperpento: nadie sabía por la mañana si él dirigiría o no el ensayo. Van Gaal evitó protagonizar un litigio con el club que, por no saber, no supo ni despedirlo. El lunes la junta dijo que negociaba el finiquito del holandés con la tenaza de sus problemas de liquidez y con la amenaza de que Van Gaal se vengara en los tribunales. No sucedió así. El holandés ya renunció a la ficha de dos años de contrato cuando se despidió en 2000 y ayer aceptó reducir su indemnización de seis a unos cinco millones de euros, que cobrará a plazos, después de una curiosa negociación en un bufete que tiene por clientes a las dos partes en litigio: el técnico y el director general azulgrana, Javier Pérez Farguell.

Van Gaal se despidió a primera hora de la mañana de su plantilla, que se entrenó a las órdenes de Toño de la Cruz. Poco después, el técnico holandés compareció junto a Gaspart y Pérez -que no habló- en la sala de prensa y pronunció un emotivo monólogo de diez minutos. "Cuando volvimos de Vigo, hablé con el presidente en el avión, como vistéis todos, y tenía claro que la solución no pasaba por mi dimisión porque los jugadores lucharon hasta el final. Sigo pensando que soy el entrenador más adecuado para dirigir a este equipo, pero ayer evalué la situación y decidí, por el bien del Barça, que lo mejor era llamar a mis abogados para separar nuestros caminos. ¿Y por qué cambié de opinión?", se preguntó entonces, ya con la voz rota y los ojos llorosos, "pues porque me di cuenta que los jugadores hicieron las cosas peor que otros días, pero no por voluntad ni falta de lealtad hacia mí. Fue por la presión, por el ambiente, por el entorno que he visto que influye más que yo. Y por eso cambié de opinión: no quiero perjudicar al Barça y que pasen más veces cosas como las del día del Valencia". Su discurso lo cerró admitiendo su decepción por no haber cumplido las expectativas de la gente que le apoyó y pidiendo "humildemente"- recalcó- el respaldo para el nuevo entrenador.

Van Gaal aguardó a su último día en el Barça para ofrecer su cara más humana porque, lejos de la arrogancia que demostró cuando se fue hace tres años, ayer fue el reflejo de la impotencia. Si entonces desató la rabia del público (dijo, entre otras perlas, que este país era fantástico para vivir, pero no para trabajar"), ayer estuvo impecable. "Yo llevaba el volante de este equipo y soy el principal culpable. Tengo el derecho a cometer errores", dijo en un momento de las escasas preguntas que se le pudieron formular. "Pedí ayuda y no he tenido mucha. Si el entorno reacciona, habremos dado un gran paso. No siento réncor: sí tristeza y decepción. Este es mi club y voy a venir a menudo por aquí".

Pese a que deja al equipo a un partido de la Segunda División, la figura del holandés se agrandó ayer en comparación con la de Gaspart, que se ha blindado ante la crítica, mucho más sonora y unánime que la que provocó la salida de su antecesor en el cargo, el ex presidente Josep Lluis Núñez, que se fue en mayo de 2000 acompañado del propio Van Gaal. Gaspart se limitó a agradecer al técnico su esfuerzo, dijo que tenía las puertas abiertas del club y que no se arrepentía de haberlo fichado. "Y lo volvería a hacer. El Barça es mucho Barça y haremos lo que sea por él", dijo. Y acabó con esta sentencia cuando se le planteó si iba a dimitir: "Estoy convencido de que la gente sólo está enfadada por los malos resultados de la Liga, pero la institución funciona", afirmó, ignonando el despilfarro de 200 millones de euros en fichajes, que el Camp Nou está amenazado de cierre y que la imagen del Barça y del Camp Nou está por los suelos.

Todo eso figura en el debe de Gaspart y, en el de Van Gaal constan los despidos de Rivaldo, Sergi y Abelardo y su desprecio por Ronaldo. Su mejor baza es el récord de 10 victorias en Europa. Justamente, el argumento que esgrimió Gaspart para ilusionar a la afición. "Lo fácil sería marcharme pero aún podemos ganar un título importante", remachó el presidente, en alusión a la Liga de Campeones.

Van Gaal y Gaspart, ayer en la rueda de prensa de despedida del técnico.
Van Gaal y Gaspart, ayer en la rueda de prensa de despedida del técnico.REUTERS

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