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DESDE MI SILLÓN
Columna
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El daltónico

Situación de carrera: Gerdemann en cabeza a menos de cinco kilómetros para coronar el col de la Colombière. Le persigue Landaluze en solitario, que acaba de dejar a De la Fuente. Todos ellos supervivientes de una fuga multitudinaria en la que también estaba Flecha. El pelotón viene lejos, fuera de la victoria de la etapa. No obstante, mis compañeros de equipo tratan de hacer selección en él con la intención -supongo- de eliminar a alguno de los favoritos (el primer día de montaña, dice el tópico, siempre hay alguien que falla). El líder, Cancellara, hace ya tiempo que se ha descolgado.

Entonces falla la antena. Se pone la pantalla azul celeste y comienza mi desesperación. No tengo ni radio ni Internet, y ni siquiera hay un bar cercano (en el caso de haberlo, dudo que tengan puesto el Tour de Francia en el televisor, los tiempos de Indurain y un país parado quedan ya lejos). Ya sé que estamos en el siglo XXI y la información circula por múltiples vías, pero yo aquí sin antena estoy vendido.

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Me dedico a otras cosas y tan de repente como se había ido, la imagen vuelve de nuevo. Llega entonces a meta un grupo de descolgados a unos 10 minutos. ¿Qué habrá pasado? Sobreimpresionan la clasificación, y resulta que no me he debido de perder gran cosa, porque básicamente nada ha cambiado desde la situación anterior.

Esto me recuerda a cuando estoy en carrera, porque allí muchas veces pasa lo mismo. Terminas, te duchas, y al cabo de un rato, cuando preguntas, es cuando te enteras de quién ha ganado. A veces incluso se te olvida preguntar, tan a lo tuyo que estás, y te enteras de casualidad en el masaje o incluso en la cena, cuando llegan las clasificaciones.

Entrevistan al héroe del día y la emoción le puede. Dice que su objetivo era el maillot blanco, no la etapa ni el amarillo. Eso es algo que no lograba ni imaginar, y todo esto le desborda. Es joven, valiente, bueno -muy bueno- y ayer encima daltónico, pues confundió el blanco con el amarillo.

La primera noticia que tuve yo de este corredor fue cuando ganó una etapa en la Vuelta a Suiza. Era su primer año de profesional (en realidad había pasado a mitad de año), y consiguió ganar a unos compañeros de escapada bastante selectos. Uno de ellos me dijo incluso que, en toda su carrera profesional, aquélla fue la escapada de mayor nivel en la que había participado. Y les ganó aquel chavalín al que nadie conocía, y encima con qué autoridad. El mismo que ayer, en las faldas del Mont Blanc -que ironía-, se imaginaba de blanco y se vistió de amarillo.

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