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Crónica:TOUR 2007
Crónica
Texto informativo con interpretación

Gerdemann encabeza el nuevo ciclismo

El joven alemán logra el 'maillot' amarillo tras imponerse en la primera etapa de montaña ante Landaluze y De la Fuente

Carlos Arribas

El nuevo ciclismo ha llegado. La renovación. El adiós a las miserias. ¿Quieren pruebas? Las hay. Mogollón. Tengan, unas cuantas. Los mánagers de los equipos, por ejemplo. Antes, cuando el viejo, triste ciclismo, uno podía encontrarse con un responsable de equipo en cualquier parte de Francia, salvo en las autopistas: en la salida, en la meta, en el coche por delante o por detrás de la carrera. Olía a ciclista. Sudaba como un ciclista. Sólo vivía el ciclismo, hasta por las noches, cenando o tomando copas. Esa raza se ha acabado. Ahora, los mánagers son también ejecutivos. Sólo se les ve, algunos incluso en coches negros, sin pegatinas, como ministros, en las áreas de servicio. Algunos, como Legeay, del Crédit Agricole, o Boyer, del Cofidis, han salido de la bicicleta; otros, como Stapleton, del T-Mobile, como Biver, del Astana, de los despachos, del mundo de la moqueta. Para ellos, la etapa es el recorrido alternativo: la autopista es la línea más corta entre salida y meta.

El pelotón mantuvo un ritmo que los heridos Vinokúrov y Klöden resistieron
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Más pruebas: la diferente manera con que los corredores encaran las relaciones familiares y sexuales según la carrera. Lo de la visita y el alivio el día de descanso ya es cosa del pasado. La ingenuidad ha muerto, no así el amor. El amor familiar de Cancellara, por ejemplo: el suizo, que sabía que ayer terminaba su Tour, que en el primer puerto de primera, La Colombière, se acabaría su fuerza, se despidió del maillot amarillo desayunando con su mujer y dando, tiernamente, el primer biberón de la mañana a su niña de meses. El amor viril, secreto, de otro de los grandes: se encuentra uno con un ciclista de habitual agorero, llorón y pesimista, y al habitual "¿cómo lo ves?, ¿qué tal va la cosa?", sorprende respondiendo con una sonrisa de oreja a oreja y un apabullante "muy bien, me siento muy bien". Y uno, ingenuo aún, lo pone en su quiniela y corre la voz, atención, éste está que se sale, y su optimismo aumenta hasta que descubre lo que hay detrás: "claro que está contento", explica uno que le conoce bien, "tendrías que ver la chica con la que estuvo anoche..."

Este hombre secreto no es, evidentemente, Linus Gerdemann, que ayer ganó la etapa y se puso líder. Y está claro que no es él el amante del amor profano por tres razones: primera, porque es casi un niño (24 años, debutante en el Tour); segunda, porque su amor, su único amor, se llama ciclismo, como quedó claro en el speech que se marcó en la conferencia de prensa, dando cara de naturaleza al nacimiento del espíritu de Hyde Park; y tercera, la más importante, porque lo que hizo ayer subiendo y bajando La Colombière no es ni mucho menos nuevo ciclismo: fue el ciclismo de toda la vida, el ciclismo del trabajo, de la clase, el sudor y la valentía. De la inteligencia.

En La Colombière, el puerto en el que Landis ya estaba solo el día de su cabalgada en el Tour pasado, Gerdemann, que llegó el año pasado al T-Mobile procedente del CSC, fue el único de la escapada de 15 -con él, algunos españoles: unos resistieron, como Landaluze y De la Fuente, otros cedieron, como Flecha e Iván Gutiérrez- que subió el puerto casi en el mismo tiempo que un pelotón que se quedó en unos 45 y en el que entre el Rabobank con Boogerd y el Caisse d'Épargne de Arroyo mantuvieron un ritmo allegro ma non troppo que sólo los más débiles encontraron demasiado fuerte y que los heridos Vinokúrov y Klöden resistieron. En solitario, Gerdemann, que tampoco es un súper escalador, más bien un ciclista fuerte capaz de andar rápido en todos los terrenos, invirtió sólo un minuto más que el pelotón con varios relevándose, y bajando -gran habilidad, sentado sobre la barra, técnica en las curvas y fuerza para acelerar de parado- aumentó su diferencia. Y en el pelotón, nadie, ni Moreau, del que se esperaba que se inspirara en la Marsellesa y el 14 de julio, se movió, nadie puso a prueba a los lesionados. Todo lo dejaron para hoy, todo lo dejarán para el martes, el Izoard y el Galibier.

Diez años exactamente después de que Jan Ullrich vistiera su primer maillot amarillo, el nuevo Ullrich, como le conocían en Alemania le imita. "Pero yo voy a demostrar que se puede funcionar de manera limpia", proclama, lo que suena a lo que se ha oído toda la vida.

Linus Gerdemann celebra su victoria en la línea de meta de Le Grand-Bornand.
Linus Gerdemann celebra su victoria en la línea de meta de Le Grand-Bornand.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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