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Entrevista:TENIS | Comienza Roland Garros

"Nadal es único"

Tras orquestar al minuto su aparición comunicándose con el personal de la organización a través de un modernísimo teléfono -"ya estoy bajando", escribe desde su habitación-, Roger Federer (Suiza, 1981), el número uno del tenis mundial, llega con un apretón de manos con la fuerza de un roble. Viste desenfadadas zapatillas juveniles en un hotel monegasco [la entrevista fue días atrás], rodeado por Ferraris y Porsches. Mira directo a los ojos, sin concesiones. Y él mismo, casi sin que se le pregunte, habla de su mononucleosis, de sus récords y sus sueños, de Roland Garros, que arrancó ayer, y de un amigo que debería ser todo lo contrario: "Rafa".

Pregunta. Para ser usted, ha tenido un mal inicio de año. Sólo ha ganado el torneo de Estoril. ¿Por qué?

"Espero mucho de mí mismo. No soy libre, pero me gusta el revuelo a mi alrededor"
"Antes no me gustaba París, no daba con el hotel. Ahora, sí. Sé que puedo ganar"
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Respuesta. He estado enfermo. La gente se olvida de eso totalmente. No me sentía bien. Y tuve que jugar en Indian Wells y Miami. Son dos torneos muy difíciles de ganar. Decidí que este año no iba a jugar mucho, que quería guardarme para lo que viene ahora: Roland Garros, Wimbledon, los Juegos y el Abierto de Estados Unidos. Ahí es donde quiero tener energía extra.

P. ¿Cómo le afectó la mononucleosis?

R. Me enteré cuando estaba prácticamente acabada. Pensé que tenía una indigestión. No me afectó al cerebro, pero la primera vez que me puse enfermo pensé: 'Es normal'. La segunda: 'Es una indigestión'. Y la tercera: 'Algo está mal'. Entonces me dijeron: 'Tienes mononucleosis, pero se está acabando'. No me asusté. Podía jugar. Es increíble que pudiera levantarme y jugar cinco sets contra Tipsarevic [en el Abierto de Australia] cuando la mononucleosis estaba más fuerte. Me pregunto cómo fui capaz de hacerlo. Espero no haber tomado ningún riesgo para mi salud porque, quizás, si hubieran sabido lo que tenía, los médicos no me habrían permitido jugar.

P. A Mario Ancic le pasó lo mismo y estuvo seis meses apartado. ¿Habló con él de eso?

R. Un poco. Él no podía andar ni cinco minutos. Yo me puse severamente enfermo tres veces mientras que él se ponía enfermo un día sí, un día no.

P. Con la irrupción de Novak Djokovic, usted y Rafael Nadal ya no se reparten todos los torneos. ¿Es mejor para el tenis?

R. Está en sus manos juzgarlo.

P. La exigencia de victorias es una de las cargas del número uno. Le persiguen a todas partes. ¿Cómo se mantiene la perspectiva?

R. La perspectiva cambia cuando llevas mucho tiempo en el circuito. No es quién eres y lo que has conseguido, sino el ránking con el que entras en el año. Ésa es la gran diferencia para mí. Te acostumbras a ser el número uno, pero, para mí, cada torneo es la presión de los patrocinadores, de los medios de comunicación y de mí mismo. Espero mucho de mí mismo. Intento dar todo lo que tengo. No importa si es Estoril o Wimbledon. Siempre voy a intentar dar lo mejor de mí mismo. Me gusta el revuelo a mi alrededor. A la gente le gusta verme jugar, firmo muchos autógrafos. Sé que no soy libre como un pájaro, pero mi vida está bien. En Suiza puedo vivir una vida más o menos normal, en Dubai no tengo problemas y, cuando estoy en un torneo, estoy preparado para el problema. Sé que hay fans en los hoteles, que la gente me espera. Es una buena vida.

P. Tras perder en Australia, recordó todos sus títulos. No es normal en usted.

R. Quizás lo dije para educar a un periodista más que no entiende. En Shanghai gané y era el más grande de todos los tiempos. Dos meses después, estoy acabado porque no he ganado en Australia. Ayúdeme a resolverlo. ¿Cómo le explicas a un tío que no entiende...? Quizás despertándole con tus resultados. No es una manera de defenderme, sino de explicarme. Es lo que llevo haciendo toda mi vida: explicar cosas a la gente.

P. Entonces habló de que había creado un monstruo.

R. Lo que quería decir es que, aunque hayas ganado muchas veces, no puedes ganar siempre. Hay gente que sueña con jugar las semifinales del Abierto de Australia o de Indian Wells. Yo he podido hacerlo estando enfermo y sigue sin ser suficiente. En ese momento te das cuenta de que, tras tantos éxitos, la gente se ha echado a perder y espera mucho de mí. Eso es lo que quería decir con crear un monstruo. Nunca puedes satisfacer a todos. Si pierdes en una final o una semifinal, dicen: 'No es normal'. Los que están a mi alrededor, los que hablan conmigo, lo entienden. Saben que no es tan fácil. Es como los 81 partidos seguidos ganados sobre tierra de Rafa. No es algo que se haga en una noche. Hay que educar a alguna gente.

P. Usted rompió esa racha en 2007.

R. Es como cuando gané Estoril. La gente piensa que me siento tan aliviado, que por fin he ganado mi primer título del año..., y no me importan esas cosas. Estuvo bien ganar a Rafa en Hamburgo aquel año, pero ya sabía antes que le podía ganar. Y eso es todo lo que necesito saber. Luego, ganarle y probar a la gente que puedo... Eso es algo más importante para los medios y los expertos. Mentalmente, no fue un gran cambio. Ya he demostrado que puedo ganarle. Al principio, no me sentía cómodo jugando contra él. Hoy es una historia diferente. Es una gran diferencia.

P. Suele decir que Nadal es mejor de lo que él mismo cree. ¿Por qué?

R. Me impresiona cómo la gente da la vuelta a las historias en el mal sentido. Rafa ha mejorado muchísimo en pista rápida y hierba y le siguen considerando sólo de tierra. Sé que ha tenido más éxitos allí que en ningún otro lugar, pero es durísimo en cualquier lado y ha mejorado tanto que, a veces, todavía me golpea y sorprende que la gente siga pensando que no puede jugar en dura. A mí me ha ganado. A los mejores les ha ganado. Me molesta un poco que la gente no lo entienda.

P. ¿Qué le gusta de su juego?

R. Que es único. Físico. Su revés y su drive son dos de los golpes más increíbles que hay en el tenis actual. De los mejores. Simplemente, me gusta su forma de jugar. Es como Lleyton Hewitt. Me gustaba verle jugar. Desgastando a la gente en la pista, le atacaban desde un montón de posiciones y respondía con un passing shot. Es intrigante ver a alguien jugar así. Ahora yo también puedo jugar más defensivo, pero al principio no podía. Es un milagro.

P. ¿Y por qué piensa que jugar sobre arcilla es casi otro deporte?

R. No puedo jugar contra Rafa igual que contra Nalbandián. Nalbandián le pega duro y firme a la línea de fondo. Y Rafa la acorta con su efecto spin. Contra Nalbandián no puedes atacar. Por eso en tierra tienes que tener diferentes opciones. Tienes que ser capaz de jugar muy por detrás de la línea de fondo, tienes que poder sacar bien. Pero, si no lo haces, no puedes ir hacia la red como un idiota. Tienes que ser inteligente. Gracias a Dios, yo tengo esas diferentes opciones. Lo que pasa es que, desafortunadamente, Rafa ha sido muy dominante sobre tierra en las últimas temporadas. El año pasado llevaba 81 partidos seguidos ganados sobre tierra. Ésa es la racha más increíble de la que nunca escuché hablar. Con Rafa alrededor es difícil, pero sé que tengo el juego necesario: lo demostré en Hamburgo, estuve muy cerca en París, Roma... No es un problema.

P. Si Nadal fuera el número uno, ¿sería tan fácil que se llevaran bien?

R. No creo que fuera un problema. No importaría. Estaría viendo a un tenista que se lo merece: ha ganado tres títulos del Grand Slam y sigue siendo el número dos. Eso debe de estar trabajándole la mente. Respeto al máximo a los jugadores que me persiguen porque llegar hasta ahí es difícil, pero mantenerse lo es aún más.

P. ¿Cuál ha sido su problema con Roland Garros?

R. No me gustaba mucho el torneo. Tuve varias derrotas en la primera ronda. Iba ahí y nunca me sentía a gusto. Por ejemplo, nunca encontraba el hotel adecuado. Sentía que el sitio estaba mal. No estaba familiarizado con la pista central: sus alrededores son tan espaciosos... Pero en los tres últimos años he jugado muchas veces allí y en una ocasión llegué una semana antes del torneo para entrenarme todos los días en la central. Ya no es un problema. Me siento bien con la ciudad. Lo bueno es que ya sé cómo moverme en París, lo que necesitas para ganar Roland Garros... Hace cuatro años creía que tenía posibilidades de ganar, pero probablemente no lo creía al ciento por ciento. Ahora, sí. Eso es un gran cambio en mi aproximación mental al torneo.

P. ¿Qué metas le quedan?

R. Ganar Roland Garros y romper el récord de Sampras [14 títulos del Grand Slam]. No soy feliz simplemente participando en Roland Garros. Hay quien dice que sólo tengo un año más para ganarlo, pero una vez que ya has ganado títulos grandes puedes ganar cualquier torneo el resto de tu vida. El deseo y la voluntad de conseguirlo son lo que importa. Yo los tengo y espero mantenerlos para siempre. Eventualmente, mi cuerpo se romperá, pero por ahora no tengo problemas. Sé que tengo el juego, que me siento natural sobre tierra, que puedo ganar en París y que estoy cerca del récord de Pete.

P. ¿Por qué ha elegido a José Higueras como entrenador?

R. ¿Por qué? Reflexioné sobre la situación de mi entrenador durante mucho tiempo. Había pasado casi un año desde mi ruptura con Tony [Roche]. Sólo había unos pocos nombres en mi cabeza. Cuando estaba en América, pensé que sería bueno hablar con él allí y ver si

era flexible o no. Lo era. Estamos en la fase de prueba. No hay mucho que pueda decir.

P. ¿Qué le puede enseñar a usted un técnico?

R. Pequeñas cosas aquí y allí. José, si acordamos trabajar juntos, hará 15 semanas al año. Busco pequeñas cosas, detalles, y estos pequeños detalles hacen grandes diferencias. No voy a empezar a dar el revés a dos manos. No busco este tipo de locuras. Busco cosas pequeñas. Pero, obviamente, me tengo que llevar bien con el entrenador. Quiero ir a cenar con él, no tener que evitarle. Parece que José es majo, que nos llevamos bien, que no nos importa hablar.

P. Debe de ser difícil trabajar con usted.

R. Para ellos, es intrigante trabajar conmigo. Saben que después tendrán un buen currículo. Al mismo tiempo, tienen mucha presión. Uno viene un par de días a entrenarme y el mundo entero quiere hablar con él. Pues no hay nada de qué hablar. Para un entrenador es muy duro trabajar conmigo porque si tengo malos resultados dirán que es por su culpa. Es un gran reto y por eso creo que José es tan silencioso sobre su situación conmigo. Es lo correcto.

P. Hasta que se hizo profesional, siempre creyó que su padre era un sabio del tenis. ¿Se imagina entrenado por un familiar como Nadal?

R. Un tío es diferente a un padre. No soy partidario de tener a los padres entrenándote. Entre las mujeres, que rompen antes que nosotros, quieren estar obviamente alrededor, pero a partir de cierto punto ya nunca quieren dejarlas. Mire, si funciona, está bien. Pero, si tuviera un hijo, no querría entrenarle.

P. ¿Se ve como entrenador?

R. No sería difícil para mí, pero no me resultaría tan fácil dar consejos. Por mi estilo de juego, no puedo decirle a alguien: 'Haz esto y lo otro'. Para mí, es muy simple. Para el otro, de hecho, es imposible hacerlo. En la Copa Davis, cuando ayudo a un jugador que es el 150º del mundo, tengo que tener un punto de vista diferente.

Nadal, el número uno del tenis en popularidad

Roger Federer, durante una visita a Madrid con motivo del Masters de la capital
Roger Federer, durante una visita a Madrid con motivo del Masters de la capitalCLAUDIO ÁLVAREZ

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