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Roncagliolo: “El fútbol es pura épica”

El escritor cree que, como la ficción, este deporte también presenta una estructura narrativa Su última novela, 'La pena máxima', tiene como telón de fondo el Mundial de Argentina de 1978

El escritor Santiago Roncagliolo, en la biblioteca de su piso en Barcelona.
El escritor Santiago Roncagliolo, en la biblioteca de su piso en Barcelona.EDP

Era ese de la pantalla, aunque no lo era. Era ese que decía que estaba bien, aunque estaba mal. Ese que le mostraba cómo era ser inmigrante. Como él. Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) había dejado de creer en el fútbol hasta que vio a ese hombre en la tele. Un inmigrante sin empleo, sin trabajo, sin familia. Pero, al final del día, un inmigrante con equipo: el Atlético de Madrid.

El escritor vive en Barcelona y acaba de publicar La pena máxima (Alfaguara), una novela que tiene como telón de fondo el Mundial de Argentina de 1978.

Pregunta. Un limeño que vive en Barcelona y que, además, es colchonero. ¿Qué tal le ha resultado esa combinación?

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Respuesta. Ser del Atlético no ha sido problema en Barcelona porque nuestro enemigo también es el Real Madrid y eso les cae simpático. El enemigo de tu enemigo siempre es tu amigo y, aunque el Atlético ha ganado este año, normalmente es un equipo muy perdedor y los perdedores le caemos bien a todo el mundo.

P. ¿Y eso? ¿Cómo son los perdedores?

R. Más felices. Celebran los empates o perder por poco con un equipo grande. No les parece grave. Están acostumbrados a la derrota, con lo cual es más fácil hacerlos felices. Celebran estar.

P. En La pena máxima queda claro que el que quiera matar, que lo haga durante un partido porque no escucharán ni los disparos. ¿Qué nos pasa con el fútbol?

R. Creo que el fútbol es el máximo teatro de nuestra identidad. Es donde todos ponemos en juego en un escenario lo que somos, lo que deseamos, lo que aspiramos como sociedad. Además, es estéticamente hermoso ver los movimientos de los equipos. También es como una estrategia bélica, en la que los jugadores van tomando posiciones, van arrasando a las defensas o atrincherándose. Funciona como un arte y, de hecho, es más absorbente que cualquier forma artística. De alguna manera, también nos vemos en los jugadores. De hecho, nosotros decimos: "Le ganamos al Madrid". ¡La gente habla en primera persona! Creemos que eso lo hemos hecho nosotros. Ese tipo de conexión no existe en ningún otro ámbito.

P. ¿La sociedad se refleja en el campo?

Cada equipo representa una serie de valores y lo escoges de manera intuitiva, pero ahí están metidos muchos mensajes: de dónde vienes, qué esperas, qué te gusta

R. El fútbol siempre es una metáfora de la sociedad, donde cada uno cumple una función, pero todo sale mal si no estamos integrados. Son un montón de tipos que tienen que cooperar entre ellos. No hay otro remedio. Portugal necesita tener un equipo para que Cristiano Ronaldo funcione. Si no estás en el Real Madrid, por ejemplo, da igual que seas tan bueno. También es una metáfora de la lucha, de pensar que el otro es el enemigo. Cuando la gente celebraba o lloraba por el partido entre Argentina e Inglaterra, que habían tenido una guerra poco antes del Mundial del 86, no era solo por los goles. Había una simbología de quién es el enemigo, quiénes somos, cómo tenemos que estar juntos.

P. Política y fútbol, de la mano.

R. Sí, y a los fascistas les encantan los mundiales. Lo que pasa en un estadio encarna el sueño fascista: una sociedad detrás de unos colores nacionales, detrás de una idea, poco racional, pero con una pasión nacional, llena de banderas.

P. El escritor y periodista mexicano Juan Villoro dice que el fútbol también representa un deseo de pertenencia.

R. Sí, un deseo de pertenencia y de trascendencia porque sientes que eres más que solo tú, que formas parte de un conjunto, de una sociedad o de un país. Tu equipo siempre te hace parte de un grupo mayor. Posiblemente, hacerme del Atlético fue una forma de decirme: "Ahora soy de Madrid yo también, vivo aquí y me importan las cosas que pasan aquí".

P. ¿Por qué el Atlético?

La publicidad del Atlético por la que Roncagliolo se hizo hincha. / ATLÉTICO DE MADRID

R. Por perdedor. Vivía en Madrid cuando el Atleti hizo una publicidad de un inmigrante, peruano o ecuatoriano, que escribía a casa tratando de animar a su familia. Le contaba lo bien que le iba en España y veías en las imágenes lo mal que le iba. Contaba, por ejemplo, que tenía trabajo y lo veías en la cola del paro, pero también contaba que se había hecho hincha de un equipo y veías la camiseta del Atlético. Le decía a su familia: "Lo ganamos todo", pero lo veías sufriendo por perder. El eslogan decía: "El corazón tiene razones que la razón no entiende". Eso tenía mucho que ver con cómo yo me sentía en Madrid.

P. ¿Y cómo se sentía en Madrid?

Me gusta no solo ver el partido, sino a la gente, el contacto entre el equipo y sus hinchas. Es como ver a un actor y su público

R. Fueron años muy difíciles. No tenía papeles, trabajo ni nada. Había venido a estudiar guion porque pensaba que como escritor sería imposible ganarme la vida. Me fui quedando y trataba de decirle a todos en casa que todo estaba bien, pero todo era un desastre y esa campaña me hizo pensar que había un equipo que se sentía como yo. No me sentía muy identificado con el Madrid o con el Barcelona. Soy peruano, o sea, estaba acostumbrado a ver a mi equipo perder. No entendía eso de que te gustara un equipo que gana. ¿Para qué? ¡Qué aburrimiento! Además, yo tenía un sentido muy trágico del fútbol.

P. ¿Por qué trágico?

R. Había dejado de ver fútbol en 1987. Era de la Alianza Lima y el equipo titular, que estaba haciendo una gran temporada, se estrelló en el avión contra el mar. ¡Murieron todos! En esos años, Lima era una ciudad muy violenta, con apagones, con toques de queda, con muertos. Mis padres se estaban divorciando y yo, con 12 años, pensé que ya tenía suficientes problemas para sumarle uno totalmente innecesario, que era el fútbol. Así que no lo vi más. Nunca más quise saber nada de fútbol.

P. Hasta que el Atleti lo reconcilió.

R. Sí, simpaticé de inmediato. Cada equipo representa una serie de valores y lo escoges de manera intuitiva, pero ahí están metidos muchos mensajes: de dónde vienes, qué esperas, qué te gusta. Otra cosa que ocurrió fue que España tuvo este superequipo, que acaba de jubilarse en Brasil. Cuando ganó el Mundial en 2010, ya llevaba 10 años en este país y recuerdo haberme encontrado frente a la tele vociferando y saltando como un energúmeno.

P. Era un hincha de armario.

R. ¡Fue como descubrir el sexo! Son emociones que no sabía que podía tener porque mi equipo nunca había ganado nada. Lo que más había celebrado era el regreso del Atlético de la Segunda división, que es como celebrar que ya no eres tan malo. Pero cuando ganó España sentí que ganar era espectacular. Ese descubrimiento lo hice con el fútbol español.

El fútbol siempre es una metáfora de la sociedad, donde cada uno cumple una función, pero todo sale mal si no estamos integrados

P. ¿Ahora se distingue a sí mismo como un tipo de aficionado específico?

R. Me gusta no solo ver el partido, sino a la gente, el contacto entre el equipo y sus hinchas. Es como ver a un actor y su público. Pero creo que por lo menos hay dos tipos de hinchas: los que están acostumbrados a ganar y los que están acostumbrados a perder. Los que están acostumbrados a ganar creen que el otro equipo no importa en la cancha, piensan que todo depende del suyo, como si su equipo jugase solo contra sí mismo y su leyenda.

P. Usted estructura su última novela con los partidos del Mundial de 1978. ¿Tiene un partido estructura narrativa?

R. Claro, el fútbol siempre es una narración épica, como la de 300, las historietas de Frank Miller. Tenemos que alcanzar algo, todos. Vamos hacia allá. Todos gritan para que lo hagamos. ¡El fútbol es pura épica!

P. Parece que la literatura lo ha descubierto. ¿Qué ha cambiado?

R. Creo que, en muchos aspectos, la literatura se ha estado bajando del pedestal y se ha acercado más a la vida cotidiana. Hay un cambio entre los escritores latinoamericanos de mi generación y los escritores del boom. Ellos escribían del patriarca, del dictador; nosotros, de las pequeñas personas. Miramos hacia un mundo más pequeño. Y si estás mirando a la vida real, a la vida cotidiana y práctica de la gente, acabarás topándote con el fútbol tarde o temprano. Hay pocas cosas tan universales, tan conocidas y tan iguales en todos los países.

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