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El Real Madrid gana al Sporting con Isco por bandera

Con un gran partido del volante, los blancos remontan un partido en el que los locales se adelantaron dos veces

Isco celebra el gol de la victoria con Marcelo, mientras se acerca James.
Isco celebra el gol de la victoria con Marcelo, mientras se acerca James.MIGUEL RIOPA (AFP)
José Sámano

A hombros de Isco, el Madrid salió de Gijón lanzado hacia el clásico del próximo domingo. No fue un paseíllo, ni mucho menos, con un Sporting que aún reniega con orgullo del que parece ser su destino a Segunda si no lo remedia a toda mecha. En El Molinón mantuvo en vilo a todo un Madrid hasta que Isco, el jugador bandera del líder, cantó bingo en el último suspiro. Esta vez, el fútbol correspondió al futbolista de la tarde. Al autor de un golazo, otro para el descorche final y, entre medias, una sinfonía de pases y regates. Bajo sospecha en ocasiones por su supuesta tendencia afligirse más de la cuenta, en Gijón cargó a su equipo en la mochila, con tanto juego como carácter.

Lo dijo Quini, divinidad esportinguista, antes del duelo: “Con el once titular del Madrid en El Molinón el Sporting jugaría la UEFA”. No hay que ser “brujo”, como siempre lo fue Quini, para sostener su proclama. Y bien certificado que lo tiene Zidane, convencido de que dispone de dos equipos a los que airear en la subasta de la Champions y en ciertas pujas de la Liga. En Gijón ordenó nueve cambios respecto a Múnich. Y pudieron ser once por once si Pepe y Varane no estuvieran en la enfermería, lo que deja a Sergio Ramos y Nacho como únicos reclutas como centrales. Zidane hasta se atrevió con Coentrao, que no disputaba noventa minutos desde el 2 de febrero de 2016, con el Mónaco. Tampoco lo hizo en Asturias, relevado antes de la hora por Marcelo. El brasileño es el único de la plantilla que no tiene un aguador del todo fiable.

El Sporting compitió como un Primera. Atornillado con cinco zagueros y otro dique por delante, el equipo de Rubi se conjuró delante de Cuéllar para aventurarse hacia Kiko Casilla siempre con las luces largas, con un juego directo. Todo lo contrario que el conjunto de Zidane, que cuando tira de medias puntas como James, Isco o Asensio cose el fútbol con más puntadas, sin los acelerones que propone la BBC. Dos rutas diferentes, una más estilista, quizá; la otra más cañonera.

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Cada cual con su partitura, las dos escuadras sellaron un duelo más equilibrado de lo previsto. Con Kovacic en el papel de ordenanza de Casemiro, el Madrid se entregó a pies de sus finos volantes. El juego visitante fluía por el interior para derivar a las orillas, donde el Madrid abusó más de la cuenta con bombeos al área. Y muchos imprecisos, como los de Coentrao. Mejor atinado Danilo, como suele, más suelto fuera de Chamartín.

Mientras se perfilaba del todo el cuadro de Zidane, Vesga, recién graduado en la élite, puso al Madrid cuesta abajo. Todo con un pase a pocos metros del balcón del área. Un golpe de cuchara con el empeine izquierdo que hizo palanca en la pelota para saltarse dos barricas blancas. Cop cazó al vuelo el delicioso golpeo de su camarada y batió a Casilla. Un golazo como preludio de otro golazo.

Sublime Isco

Desde el primer parpadeo se intuyó que el Madrid contaba con el observatorio de Isco, al que hace tiempo que le va la marcha en cualquier partido, tenga o no la pista que él desearía. Percatado de que a su equipo le faltaba concisión con los centros laterales, el malagueño exploró el embudo. Recibió el balón dentro del área, en una situación amazónica, selvática, acogotado por un batallón de zagueros locales. Isco sabrá cómo demonios se abrió paso en una baldosa para clavar, como si nada, la pelota en la escuadra derecha de Cuéllar. Sublime.

Isco, cada jornada más vitalista y cuajado, no se limitó a la diana imposible. Sobre él gravitó todo el Madrid, señal de que cuando se alista la segunda columna, el andaluz se siente con la corneta. No solo tiene gol –lleva nueve en Liga, su mejor curso como merengue-, sino capacidad para articular a todo un equipo, ya sea al marcar las pautas del juego como al saltarse líneas con su desborde. Por la Liga, salvo Iniesta, no hay centrocampista con su capacidad de regate, suerte, por desgracia, de la que en el fútbol de hoy solo hay un goteo.

Al compás de Isco, al Madrid le faltó remate, mayor picante. Sin Isco por el medio no tuvo otra amenaza que el balón al vuelo. Así envidó Nacho recién comenzado el segundo periodo. Su cabezazo lo desvió Cuéllar con Morata a un flequillo. De inmediato respondió el Sporting. Carmona, con una acción a balón parado frontal, cogió mal posicionada a la retaguardia blanca. Babin dio carrete al balón y Vesga culminó la jugada con un cabezazo en parábola. El primer gol en Primera del mejor futbolista rojiblanco en esta jornada.

El empate subrayó una trama inopinada. El Sporting se vio abocado a una resistencia heroica, bien blindado cerca de su portero, con todo el empeño del mundo. Zidane se vio obligado a mover el cesto. Pero no se alteró el guion, con el Madrid dale que dale con los centros al aire. Uno de Danilo lo embocó Morata para igualar. Insuficiente para los visitantes, mucho más que una pedrea para los chicos del Sporting, a los que no cabe negar su encomiable fe. Todos confraternizaron para frenar al Madrid. Pero Isco quedó fuera de su alcance. En el fútbol no siempre se impone la lógica. Esta vez sí. Un buen partido por parte de casi todos fue resuelto por quien jugó en una escala superior. Isco, por supuesto, anotó el gol definitivo en el tiempo de prolongación y mantuvo al Madrid como quería a una semana del clásico doméstico.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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