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Gobert, kriptonita para Gasol

El pívot francés frenó en el pasado Mundial a Pau con un tapón icónico y 13 rebotes con los que desembarcó en la élite

Faustino Sáez
Gobert en el Eurobasket.
Gobert en el Eurobasket.PASCAL GUYOT (AFP)

Por encima de los altibajos en la primera fase y de un camino sufrido rumbo a la lucha por las medallas, la marca indeleble de la selección española es el liderazgo de Pau Gasol y su imprescindible sustento de puntos: 16 ante Serbia, 21 con Turquía, 34 frente a Italia, 21 a Islandia, 16 a Alemania, 30 a Polonia y 27 a Grecia se cuentan en su demoledora hoja de servicios. No hay kriptonita para el superhéroe de La Roja que, sin embargo, esta noche se medirá a uno de sus demonios recientes: Rudy Gobert.

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El 10 de septiembre de 2014, en el Palacio de los Deportes de Madrid, la figura del pívot francés de 2,16m de altura y 2,36 de envergadura, se agigantó hasta extremos inopinados para convertirse en uno de los protagonistas de la eliminación de España en los cuartos de final de ‘su’ Mundial. Aquel día, sin Joakim Noah ni Alexis Ajinca en las filas galas, Francia encontró el antídoto para frenar a Pau Gasol con un joven que, con apenas 22 años y en su primera gran aparición con su selección, fue capaz de capturar 13 rebotes, uno más que la pareja Pau-Marc. Su tapón al mayor de los hermanos se convirtió además en el icono de su eclosión para la élite.

Su padre jugó 10 temporadas en la Liga francesa y fue 16 veces internacional con les bleus pero, a pesar de la herencia genética, Gobert no empezó a jugar al baloncesto hasta la adolescencia. “No me gustaba. Cuando era pequeño practicaba boxeo, kárate y el ping pong sobre todo, pero no jugaba al basket”, reconoce cuando hace repaso a su biografía. Sin embargo, a pesar de su afición tardía, sus cualidades y su físico inabarcable le llevaron pronto a la meca de la NBA. Fue elegido en 27ª posición en el draft de 2013 por los Denver Nuggets, que le traspasaron a Utah Jazz a cambio de Erick Green.

En su temporada como rookie apenas sumó 434 minutos repartidos en 45 partidos, pero el curso pasado ganó presencia y alcanzó los 2.158 minutos en 82 encuentros y pasó de los 3,4 rebotes de media a los 9,5. Entre sus estadísticas más lustrosas los 2,3 tapones por partido que le sitúan en el podio de la NBA en ese apartado, solo por detrás de Anthony Davis y Serge Ibaka.

Cuando era pequeño practicaba boxeo, kárate y el ping pong sobre todo, pero no jugaba al basket. No me gustaba. Rudy Gobert, jugador de la selección francesa

Para seguir puliendo sus virtudes, su plan pasaba por marcharse unos días a Alemania este verano para trabajar con el mentor de Dirk Nowitzki, Holger Geschwindner, con el objetivo de sumar a su notable intimidación bajo los aros un lustroso tiro desde cuatro metros. La agenda de la selección francesa para preparar la reválida del título europeo le truncó su agenda, pero ya es imprescindible para Collet.

Para coronarse en Lille, Francia deberá superar a España y romper varias estadísticas y cábalas. En las últimas 10 ediciones del Eurobasket nunca ha ganado la selección que defendía el título. Además, a partir de 1993 nace la maldición del anfitrión. Ese año, Alemania consiguió el triunfo en Múnich y, desde entonces, nadie más lo ha logrado. Francia, por ejemplo, terminó cuarta cuando organizó el torneo en 1999. Pero haciendo un repaso histórico a la enciclopedia y el palmarés de la competición los datos son aún más concluyentes. Sólo en la mitad de los 38 Europeos disputados hasta la fecha la selección local se ha subido al podio y el número de equipos anfitriones que se proclamaron campeones frente a su público se reduce a nueve. Francia confía en la batuta de Parker y en la kriptonita de Gobert.

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Sobre la firma

Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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