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Crónica:GENTE | Liga de Campeones | FÚTBOL
Crónica
Texto informativo con interpretación

El último minuto no fue alemán

El Depor derriba al Bayern con un gol de Makaay en el instante final tras una noche de miedo y sufrimiento

Xosé Hermida

Por una vez en la vida, el último minuto no fue alemán. Tan mal le van las cosas al Bayern que hasta la fortuna decidió abandonarle en ese momento en que nunca le fallaba. Quizá para recompensar al Deportivo, a quien tanto había maltratado últimamente. Con el partido casi agotado y los dos equipos al borde de la desesperación, el duende de Riazor, que andaba escondido desde hace tiempo, se encarnó en Makaay y rescató al Depor de una noche de poco fútbol y toneladas de sufrimiento. Una noche en la que reinó el miedo paralizante de dos equipos asediados por las calamidades, pero que gracias a la inspiración de su goleador holandés rescató al Deportivo cuando ya se veía abocado a una pesadilla.

DEPORTIVO 2| BAYERN 1

Deportivo: Juanmi; Scaloni, César, Naybet, Romero; Víctor (Tristán, m.85), Sergio, Mauro Silva, Fran (Acuña, m.60), Capdevilla; y Makaay (Donato, m.90). Bayern Múnich: Wessels; Sagnol, Kuffour, R.Kovac, Tarnat (Lizarazu, m.56); Salihamidzic (Santa Cruz, m.46), Jeremies, Ballack (Fink, m.49), Zé Roberto; Scholl y Elber. Goles: 1-0. M.54. Mauro Silva engaña a Wessels con una finta y el disparo de Víctor culmina una falta directa perfectamente ejecutada. 1-1.M.77. Santa Cruz cabecea al primer palo un centro lateral de Scholl elevándose sobre César y Scaloni. 2-1. M. 89. Makaay empalma de primera un centro de Capdevilla. Árbitro: Anders Frisk (Suecia). Amonestó a Sagnol.

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El enfermo siempre tiene miedo y, en ese sentido, Deportivo y Bayern confirmaron plenamente su condición achacosa. En cuanto se agotó la mecha que suele explotar al principio de los partidos, una espesa nube de miedo se fue cerniendo sobre Riazor hasta acabar paralizando a los dos equipos y, finalmente, al público, tan temeroso de perder como los jugadores. Muy revelador del estado de los dos conjuntos, y especialmente del Bayern, que si por algo se ha distinguido desde el principio de los tiempos es por su carácter para jugar todos los partidos con el cuchillo entre los dientes.

Éste es un Bayern distinto, aunque no sólo para mal. A uno de los conjuntos más resultadistas de la historia del fútbol, que entendía el juego como un asunto que resolvía más con el músculo y con el cerebro que manejando la pelota, le ha dado este año por tomarle cariño al balón. Con lo mal que le van las cosas, tendrán munición argumental los que todavía piensan que para vencer es necesario renunciar al juego. Porque nunca en los últimos años se había visto un Bayern con tantos peloteros: Ballack, Scholl, Ze Roberto, Elber ... Y durante un rato, con el partido aún arrancando, el sorprendente Bayern del fútbol trenzado y al toque enseñó la patita por debajo de la puerta. Lo pasó mal en el primer cuarto de hora el Deportivo, condenado a vagar tras la pelota. Sin llegar a intimidar del todo, el Bayern anunció peligro en varios momentos: alguna arrancada por la izquierda de Ze Roberto o una asociación entre Ballack y Scholl por el centro.

El Depor no encontraba a Fran y éste, con Jeremies muy encima, tampoco encontraba al equipo. Pero pronto se vio que la pretendida seguridad alemana era un espejismo. El Bayern, como el Depor, tenía miedo y poco a poco fue atenazándolo. Cabalgando sobre el temor del rival, se desprendió del suyo el cuadro de Irureta. A la labor contribuyó decisivamente Mauro Silva, que, aun lejos de sus mejores días, es capaz de hacer de bombero en cualquier zona del campo donde surja un fuego. Empezó salvando un par de situaciones envenenadas en su propia área y acabó echando al equipo hacia adelante a fuerza de barrer todo lo que circulaba por el centro. Gracias al empuje de Mauro, Fran empezó a mostrarse más y hasta tuvo un gol muy cerca, en una remate - ¡con la derecha!- que se fue al palo.

Le faltaron muchas cosas al Deportivo. Juego en los costados, por ejemplo. Pero el Bayern se había achicado de forma asombrosa, sin el menor asomo del espíritu guerrero que siempre le caracterizó. Y de tanto acampar en el territorio del adversario, el Depor acabó obteniendo recompensa. Como el equipo no estaba para otras cosas, sacó provecho de lo que pudo, en este caso una falta cercana al área que Víctor colocó muy cerca del palo. Queda la duda, en todo caso, de si el gol hubiese entrado con Kahn en la portería en lugar del inexperto Wessels.

El Depor quiso administrar el gol. Pretendió controlar el juego en el centro del campo, para lo que Irureta introdujo a Acuña en lugar de Fran. En el Bayern se fue Ballack, tocado, y el equipo siguió muy plano. Cada vez más próximo al área del Depor, pero sin ninguna señal de peligro. Hasta que en un centro apareció la cabeza del gigantesco Santa Cruz y el partido se tiñó para el Depor con los colores del drama. Hasta el final el choque fue una lotería desalmada, que puso a prueba la resistencia cardiaca de todo el mundo. En ese ir y venir de un área otra, con el minuto 89 colgado ominosamente del marcador, surgió Makaay por enésima vez esta temporada para rescatar al Deportivo. El estado de gracia del holandés, argumentarán unos. La magia de Riazor, dirán otros. La fortuna, que después de tantos años, ha decidido abandonar al Bayern, se dirán en Alemania.

Los jugadores del Deportivo celebran el primer gol del encuentro.
Los jugadores del Deportivo celebran el primer gol del encuentro.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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